A propósito de Nelly Arcan

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“La prostitución es ante todo un hecho que proviene de una sociedad regida por lo que he llamado en otras ocasiones monoteísmo fálico, y que carece de pudor al proponer a la mujer como objeto sexual. Sabemos que la sexualidad es una expresión genuina del desprestigio de la razón de ser del sujeto humano”

A PROPÓSITO DE NELLY ARCAN[1]

…les enseñé que vomitar podía ser una forma de escribir…

…escribir…es comprender de cerca que uno va a morir.

                       Nelly Arcan, en Loca, pp 141 y 171.

En mi larga experiencia profesional no he atendido de manera mínimamente continuada a ninguna mujer que practicara la prostitución. No puedo hablar con claridad de una cuestión que, a la vez que me parece muy enrevesada, desconozco. Sobre todo tratándose de una problema que a mi parecer atraviesa la sordidez moral de una sociedad que oculta su indecencia bajo el estribillo de la libertad.

La prostitución es ante todo un hecho que proviene de una sociedad regida por lo que he llamado en otras ocasiones monoteísmo fálico, y que carece de pudor al proponer a la mujer como objeto sexual. Sabemos que la sexualidad es una expresión genuina del desprestigio de la razón de ser del sujeto humano. Es traumática porque de por sí convierte al otro en objeto de satisfacción, una satisfacción que al no estar regida por el instinto deja el sabor amargo del fracaso de ese empuje a alcanzar la vida en el cuerpo del otro. La angustia la  origina y la angustia le sobrevive.

¿Por qué el orden social de todos los tiempos ha contado con la prostitución como componente indispensable de tal “orden”? ¿Qué seguridad le da la compra y sumisión de la mujer?

Por qué hay prostitutas, es una pregunta que hay que dirigir a dicho sistema social que da a la mujer el estatuto de servidumbre a la satisfacción del macho. Por qué el macho humano encuentra su satisfacción en esa servidumbre, es una pregunta que hay que dirigir al sujeto de una satisfacción sexual, la cual a la vez de ser, y necesitar ser, una transgresión, es una falta de compromiso con el acto que lleva a cabo. Es una satisfacción que se repite constantemente como transgresión y como falta de compromiso. De ahí su componente clandestino y quizás “culpógeno”. Admite así los calificativos de cobardía, humillación, indecencia, conmiseración y desgracia.

Desgracia, sin duda. Desgracia de quien hace del acto sexual un acto de rapiña y una degradación del objeto de tal satisfacción, inevitablemente masturbatoria en tales condiciones. Desgracia de quien hace del  sujeto usado un objeto de satisfacción.

Por qué hay “puteros”, es una pregunta ineludible cuando se trata de la prostitución como fenómeno de la propia organización social. El “putero” se inicia en la vida sexual bajo el modo del escarnio y del ridículo de quien cree que así forma parte de la potencia masculina. Probablemente sea una expresión de lo que es el poder, de toda forma de poder: un maltrato del cuerpo vivo del otro, un modo de asesinato del cuerpo del otro, del que se le exige que esté vivo para que el asesinato tenga lugar. Es pues el asesinato de lo que el cuerpo viviente encarna como sagrado. Ejercer el poder y el dominio del cuerpo del otro es lo que siempre necesita el poder y que en el comercio sexual se expresa sin disimulos,  quizás como vergüenza.

¿Por qué la mujer se prostituye? ¿Por qué los legionarios romanos siguen a Cesar por los barrizales de las Galias?, se preguntaba Salustio. El poder sería tanto para el soldado como para la prostituta una protección, una exposición a la muerte que es por ello un modo de pertenencia, de protección y de pertenencia. La pertenencia al poder colectivo es para el desvalimiento humano la manera de encontrar una continuidad de existencia, de sentido, si se prefiere. Probablemente la prostituta encuentra en su esclavitud un modo de pertenencia.

Pero no me voy a referir ahora al tráfico de esclavos que hoy día se da, no sólo pero de manera notoria, en la venta de mujeres jóvenes a lo largo de un mundo globalizado que mueve capitales y esclavos por todos los rincones de la Tierra.

Por qué la mujer se prostituye, pregunto a la mujer que de entrada parece que elige ese “oficio”. Se dirá, ¿acaso no se prostituye la empleada de Banca o la cajera del supermercado o la secretaria de alta dirección? Sin duda, pero como cada uno de nosotros lo hace en el ritual de pertenencia al funcionamiento de la maquinaria colectiva. Limitaré pues mi pregunta a la mujer que “elige” la prostitución.

Dije antes que en mi ejercicio profesional no he atendido a este tipo de mujeres. Sin embargo, leyendo los libros de Nelly Arcan recordé que hace muchos años recibí a una joven mujer que, aunque estaba de paso por Madrid, o quizás porque estaba de paso por Madrid, vino a verme animada por una amiga. La recibí unas pocas veces antes de que se marchara. Tuvo la ocasión de contarme con cierto apuro, como si su palabra no estuviera destinada a ser escuchada, que con otras dos amigas había sido contratada para acudir a fiestas de hombres de negocios o profesionales adinerados con los que practicaba el sexo que se le solicitaba. Eran hombres, según ella, fascinantes y protectores, paternales incluso. Ella tenía sus dificultades con su vida afectiva y con la relación con su cuerpo. ¿Quién no?, me diréis. Me refiero en concreto a una compleja experiencia de abandono y a una relación bulímica con el cuerpo. No tenía en buena consideración a su cuerpo, al que mantenía en el filo de una ingesta excesiva y de un vómito como ritual de “contención”. Su entrega a las prácticas sexuales referidas, creo que se regía por la sorpresa satisfactoria que le producía sentirse atractiva para tales hombres fascinantes y poderosos. Por decirlo a la manera de Nelly Arcan, se quedaba embobada viendo cómo tales hombres se “empalmaban” con su cuerpo.

Los libros de Nelly Arcan me la han recordado. Son libros de gran interés, clínico y literario, porque no hay, a mi parecer, testimonio más descarnado y mejor escrito de lo que es vivir (y no me refiero sólo a ganarse la vida) del acto de prostituirse. Su vida está cifrada en esa acumulación  de “rabos empalmados” que ella traga para a continuación vomitarlos con su sensibilidad, y vuelta a repetir la operación. Quizás su excelente escritura es en lo que consiste su vómito, su modo de sublimación, por decirlo con este término freudiano. Una  escritura precisa, reiterativa pero contenida, que expresa, o que es, la experiencia de su vida. Su lucidez es insoportable. No tiene ni fin ni comienzo. Infinitamente finita, la repetida atracción del órgano eréctil masculino, es una proclama de la imposibilidad del amor.

El amor de Nelly Arcan a las palabras no es suficiente, está construido contra y sobre la adhesión, como marca de la vida, a ese órgano eréctil, eréctil y estéril, que incorpora a su cuerpo para luego escupirlo. La vida del órgano eréctil, esa marca de la vida para ella, es la vida que ella no tiene. Ella queda del lado de la muerte.

Su segundo libro, Loca, es testimonio de esto que digo. Muestra, ya al extremo de su inviabilidad, ese agarrarse a ese órgano destinado a la flaccidez, a la muerte libidinal de ella misma, dado que la expectativa del amor está descartada en origen.

Las páginas dedicadas al relato de su aborto son afiladas, es decir, atinadas y dolorosas. Se queda embarazada de alguien a quien quiere amar, pero con el que mantiene una relación que sólo modifica sus anteriores relaciones de prostituta porque deja aparecer, desprotegida, su poder y su desinterés en cualquier modalidad de compromiso. El embarazo no consigue  alentar vida a un cuerpo desconectado de la vida. Su destino es el aborto. Recupera sus despojos en un tarro de cristal que mira con asombro, como una promesa de lo que no tiene ninguna posibilidad, antes de arrojarlo por las cloacas de Montreal. El ciclo de su esterilidad se ha cerrado. El suicidio se hace ya inevitable.

Su pasión por vivir se estrelló una y otra vez con el muro de silencio, ante el que no sólo nada recibe del otro sino que tampoco lo espera. Por lo cual tampoco puede dar. Será pues una esterilidad “compartida”, valga la paradoja.

Su propio psicoanálisis está regido por la esterilidad. Durante el ritual analítico allí está, tumbada en el sofá, fuera de la mirada de su analista, retenida en un ritual del que nada recibe y al que dirige una palabra que no espera ser escuchada. Sólo confió su palabra a su escritura, y así consiguió un modo de vivir después de su suicidio.

Sorprende que en las entrevistas parisinas a las que se sometió cuando publicó Puta, y en las que la esterilidad intelectual de sus entrevistadores parecía más interesada en los entresijos morbosos de su actividad como prostituta, no se levantara y se marchara. No tenía donde ir. Estaba atrapada. Su rechazo no era para vivir, era un rechazo de la vida.

Como dice el final de El proceso de Kafka, “y la vergüenza le sobrevivió”. La vergüenza por la desgracia de vidas dañadas que reiteran el daño todo el tiempo. La vergüenza sobrevive como “verdad” de la culpa, la de no poder, o no querer, amarnos.

La escritura de Nelly Arcan es un testimonio que parece una oración al borde del abismo. Puede que por eso decidiera su suicidio, en vez de la espera vengativa de la destrucción del mundo,

Francisco Pereña

Abril 2021

[1] En el espacio de dos años la editorial Pepitas de Calabaza ha publicado dos exitosos y, sin embargo, excelentes libros de Nelly Arcan, pseudónimo de una joven mujer que ejerció la prostitución como escort  de una agencia. Estos dos libros fueron editados en du Seuil en 2001 (Puta) y 2004 (Loca).En 2009 se suicidó

 

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