“El inconsciente y el sueño no constituyen ni un discurso ni una unidad. Es una fragmentación de huellas, de imágenes, sin el orden conocido del relato. Son huellas vivenciales, fragmentos que rompen la unidad del yo y, por consiguiente, remiten a lo traumático, a la angustia traumática, que es lo que Freud no acaba de situar bien porque en ese momento está con el embrollo del dualismo pulsional y ahí se desorienta…”
A propósito de la sesión de Los Sueños
Creo que Francisco Pereña con su dilatada experiencia clínica, con su pensamiento y riguroso trabajo de los que ha dejado constancia en su extensa obra plasmada en 11 libros, ha propiciado una verdadera revolución en el campo del psicoanálisis, en el campo de la clínica del sujeto.
Tal afirmación puede comprobarse en los transformadores desarrollos que ha ido realizando en conceptos tales como; inconsciente y pulsión, alteración pulsional, articulación de la demanda inconsciente, entre otros y también, por supuesto, en el campo de los sueños.
En esta sesión podemos observar cómo Pereña, con sencillez y respeto, critica abiertamente la teoría freudiana de que los sueños son realizaciones de deseos. Con sencillez y respeto porque, como gran conocedor de la obra de Freud, sabe detenerse y ver sus hallazgos y también sus contradicciones y embrollos, como a menudo ocurre en el pensamiento que se adentra por primera vez en territorios prácticamente inexplorados, como es el caso del conflicto pulsional del sujeto.
En esta sesión, además, Pereña de manera notable e insistente, desarticula la desaforada y delirante pasión hermenéutica que muchos analistas de diversas escuelas y doctrinas practican al hilo de los sueños de sus pacientes, arruinando toda posibilidad de elaboración posible por parte del paciente. No cabe la interpretación si se quiere estar del lado de la ética.
Solo el paciente ha de intentar ponerle palabras al sueño para poder elaborar algo de lo que su propio sueño le ofrece, a menudo de manera caótica y carente de todo sentido. El sueño no es del orden de la formación discursiva, no es del orden del sentido, porque el inconsciente no es una formación, “el inconsciente es el nombre de las huellas que marcan la experiencia de los demás en el vivir del sujeto” (F. Pereña).
Teo Fiunte
Clínica del sujeto: Los sueños (Diciembre 2019)
Francisco Pereña
Francisco Pereña: Vamos a hablar de los sueños. Sigmund Freud se hizo famoso por su teoría de los sueños. Ya sabéis que Freud, por lo menos en mi lectura de Freud, es muy contradictorio y que el mayor valor de Freud reside en ser contradictorio. Ya lo he explicado en relación con el inconsciente, en relación con la pulsión… Afortunadamente es contradictorio porque, al ser un descubridor y al no tener herramientas teóricas para formular sus descubrimientos, le salvó no naufragar en un doctrinarismo banal. Es contradictorio con el inconsciente, lo es con la pulsión y lo es con los sueños. Ha pasado a la historia su afirmación de que los sueños son realizaciones de deseos. El sueño es la expresión genuina del inconsciente, y el inconsciente es el nombre de las huellas que marcan la experiencia de los demás en el vivir del sujeto. Dice Freud, por ejemplo, que el inconsciente es zeitlos, que no hay tiempo en el inconsciente. Creo que es un error, pero es cierto que el inconsciente no es historicista, no se nutre de recuerdos encubridores sino de experiencias concretas de la angustia, el anhelo, el temor, todo mezclado. En ese sentido difiere de toda organización discursiva, que está presente en el recuerdo encubridor. El tiempo del inconsciente es el de la repetición, no es el tiempo cronológico, sino que repite como actual las huellas de las experiencias más primarias y genuinas del sujeto.
Por eso, Freud, en sus Lecciones Introductorias…, dice literalmente que los pacientes repiten la situación traumática en sus sueños. Es verdad que eso lo liga a la fijación, pero el verbo que utiliza es wiederholen, repiten, no reproducen como traduce L. Ballesteros. Repetición, como ya he explicado en otras ocasione, en especial en Repetición e historia, no es el tiempo cronológico, es el acontecer de vivencias que el sueño repite como instantes de una repetición que es siempre actual. En Consideraciones sobre la metapsicología de los sueños, dirá que el sueño es un estado del narcisismo primario. ¿Qué quiere decir narcisismo primario? ¿Cómo define el narcisismo primario? Dice: Porque es una desconexión del mundo externo. Por eso lo llama narcisismo primario, porque te has desconectado del mundo exterior y habla al respecto de egoísmo. Pero, claro, Freud acababa de escribir Introducción al narcisismo. ¿No hemos quedado en que el narcisismo tiene que ver con que toda la libido del mundo exterior se vuelve sobre el yo? Es decir, que Freud se confunde al llamar a eso narcisismo porque en el sueño no está en juego el yo. El problema del sueño es que, efectivamente, no es narcisismo. Ya sé que Freud quiere decir que es un estado peculiar por estar desconectado del mundo exterior, en cuanto que está desconectado de toda unidad discursiva. Es verdad que no hay discurso del inconsciente, ya que, como dice el mismo Freud, hay repetición, huellas que se repiten como actualidad, no como recuerdo. Ahí reside la importancia clínica del sueño, en lo que tiene de singular irreductible a identidad. Es expresión de la vida concreta y alterada del sujeto de la pulsión o sujeto del inconsciente, o de la alteración pulsional concreta que se repetirá como acontecer en el sueño. El yo está construido desde el otro “exterior” y la peculiaridad del sueño es que va más allá del yo, de toda identidad. Si hacéis una lectura detenida de Freud, veréis que él dedica una parte, toda una parte de Las Lecciones a la cuestión de los sueños y, a reglón seguido, escribe el texto que os he citado, porque él necesita dar cuenta del sueño desde otro punto de vista. Y al introducir la fijación, que es un concepto más bien confuso, lo que quiere decir es que está en otro ámbito que el de la realización de deseos. Por eso habla de fijación. Es la manera que él tiene de poder articular o formular la relación que tiene el sueño con un desbordamiento del yo, es decir, con el sujeto de la pulsión.
El inconsciente y el sueño no constituyen ni un discurso ni una unidad. Es una fragmentación de huellas, de imágenes, sin el orden conocido del relato. Son huellas vivenciales, fragmentos que rompen la unidad del yo y, por consiguiente, remiten a lo traumático, a la angustia traumática, que es lo que Freud no acaba de situar bien porque en ese momento está con el embrollo del dualismo pulsional y ahí se desorienta. Pero, efectivamente, la situación traumática a la que ser refiere Freud en relación con la fijación, es la situación traumática en relación con la pulsión. Es decir, lo que yo llamo alteración pulsional, lo que yo llamo la angustia traumática. Por eso el sueño no puede ser nunca una realización de deseo, más que si se entiende como anhelo de vivir. El sueño es el más radical anhelo de vivir del sujeto humano, del sujeto del inconsciente, del sujeto viviente. El más radical anhelo de vivir es el sueño. Por eso es bueno preguntarse por si un sujeto sueña. El más ardiente y radical anhelo de vivir está en el sueño. En este sentido, podríamos hablar no tanto de realización de deseo, sino del deseo como anhelo pulsional de vivir, como empuje pulsional a la vida. Entonces, el sueño arrastra anhelo de vivir, pánico de vivir, desamparo, amenazas… Es decir, todo lo que constituye el universo infantil de lo traumático. Por eso Freud tiene que explicarlo en términos de fijación, de regresión, da igual, pero siempre que Freud habla de fijación o de regresión, está apuntando a lo pulsional, pero como se perdió en el camino su buena intuición sobre la pulsión del Proyecto…, lo tiene que explicar con la fijación, con esa especie de estancamiento. No es que te hayas estancado, es que eso nunca desaparece, la angustia traumática nunca desaparece y el sueño es testigo de ello. Eso no quiere decir que el sueño se refiera de manera abstracta a la alteración pulsional. La alteración pulsional no existe como tal concepto abstracto. No es un concepto abstracto sino que es una vivencia particular de cada uno, es decir, es lo más particular y singular que hay en el sujeto, la particularidad del sujeto. Por eso, lo que Freud llama realización de deseo es el anhelo de vivir y los miedos y el desamparo que conlleva. Con todo eso estoy hablando de la alteración pulsional que nunca se da por fuera de un sujeto concreto en una situación concreta y en una vivencia concreta que rompe la unidad del yo.
Lamentablemente, Freud no leyó a Heráclito que dice todo esto muy bien. Os voy a leer algún fragmento de Heráclito sobre el sueño. Todo lo que os he explicado ahora sobre la gran virtud freudiana de la contradicción, de que sea un pensamiento contradictorio, aparece en Heráclito, llamado el Obscuro por la sencilla razón de afirmar algo tan evidente como es que el “ser” del hombre es la contradicción. Si no hay contradicción todo es mentira y si todo es mentira todo está muerto. Dice Heráclito: para los despiertos hay un mundo único y común, mientras que cada uno de los que duermen se vuelve hacia uno particular (Frag. 89). Lo dice tal cual. Y en el Frag. 21 dice: todo cuanto vemos al despertar es muerte y todo cuanto vemos dormidos es el sueño. Llama la atención que no diga: todo cuanto vemos al despertar es muerte y todo cuanto vemos dormidos es la vida. No, contrapone el sueño a la muerte. Con motivo de esta clase he vuelto a leer a Heráclito y he podido comprobar con él que la más genuina vida del sujeto viviente, del sujeto del inconsciente, del sujeto de la pulsión, el sujeto de la angustia, que el espacio vital más genuino del sujeto es el sueño. Donde el sujeto está más vivo es en el sueño. La ironía de Kafka al decir que lo que hacemos de día es olvidar lo que aprendimos de noche, va en esa misma dirección. Cuando alguien dice que no sueña, mejor que no sea verdad. Porque yo creo que no es verdad, pero si alguien de verdad no sueña, de verdad, quiero decir, si jamás recuerda un sueño, si jamás tiene la referencia vital del sueño, la dosis de insensibilidad ha crecido muchísimo, y entonces estaríamos un poco en lo que yo explicaba el año pasado sobre la denegación convertida ya en disociación. Disocia hasta tal punto la vida onírica de la vida, que entonces, diría Heráclito, es como si hubiera muerto.
Bueno, esta es mi idea del sueño, así, en términos generales. Por tanto, el sueño trata de la angustia, del anhelo, del miedo, del anhelo de vivir y del miedo a no saber vivir, a la imposibilidad de vivir. Tanto el anhelo de vivir como la imposibilidad de vivir es lo que está en el sueño. Por tanto, yo diría que el sueño encarna, digámoslo así, el conflicto psíquico más radical y de manera más general y más particular. Es decir, el conflicto de la alteración pulsional, el conflicto de las ganas de vivir y de la imposibilidad de vivir, lo encarna el sueño como nada y como nadie, como ninguna otra cosa.
Os leeré de nuevo una cita del Coro del Agamenón de Esquilo que dice: Zeus abrió a los mortales el camino de la sabiduría cuando estableció como ley soberana que la sabiduría se adquiere por el sufrimiento. Y continúa en la misma estrofa: mana gota a gota en el sueño junto al corazón, la pena de la memoria del dolor. ¡Qué bien dicho! La memoria del dolor es la memoria de la alteración pulsional, de la imposibilidad de vivir y de las ganas de vivir y en ese terreno de las ganas de vivir es donde se juega la posibilidad de vivir, a partir de la imposibilidad de vivir. Por consiguiente, yo creo que queda claro que interpretar el sueño es matar el sueño, convertirlo en discurso o en saber preestablecido. Freud llega a hablar incluso del simbolismo del sueño que es el capítulo más triste del libro de Freud. No hay simbolismo del sueño. Eso se puede entender. No es posible el simbolismo del sueño porque el sueño es una alteración. Es una ruptura de la unidad. No hay simbolismo, en el sentido que dice Fred de estar representando un significado oculto. No lo hay. El sueño es un puro grito de desamparo, de anhelo y de sufrimiento y de deseo. Mirado desde esta perspectiva, que como he pretendido demostrar -espero haberlo conseguido- que no es ajena a Freud, mirado desde esta perspectiva, el sueño es la antítesis del simbolismo, es la huella, la violencia, porque es la antítesis del discurso. Por consiguiente, no hay posible interpretación del sueño.
Por eso digo que el sueño se lee, no se interpreta… Porque algunas veces me han preguntado por qué doy tanta importancia a los sueños. Porque allí está el sujeto en su digamos “verdad”, aunque sólo fuere frente a la verdad “colectiva”. Allí está el sujeto como angustia y como miedo, y como anhelo. Ya que estamos con los griegos, hay un pequeño diálogo de Platón, de la primera época, que se llama Ion. Si lo queréis leer es un diálogo muy corto. Ion era un rapsoda que recitaba a Homero. Le dice Sócrates a Ion: no seas de esos rapsodas que pretenden interpretar el pensamiento de Homero en vez de recitar sus poemas. Está bien dicho. El sueño hay que recitarlo, hay que leerlo. En ese diálogo platónico Sócrates le dice explícitamente a Ión que Homero es inspiración divina, que viene de la inspiración divina, y que si se le interpreta, se le quita la inspiración divina y se convierte en una vulgaridad. Eso es lo que se hace con la interpretación de los sueños; convertirlo en una banalidad. Pero se lo lees, si se recita a Homero, pues mantiene la inspiración del sueño, la inspiración divina, diría, de Homero. En nuestro caso, hablaríamos de la inspiración del sueño.
Antes de pasar a otro tema, vuelvo un momento a Heráclito. Es un fragmento sorprendente. Dice: el hombre en la noche enciende para sí una luz cuando se han apagado sus ojos. Viviendo toca al muerto, despierto toca al que duerme (B 26). Otra vez la contraposición entre muerte y sueño en vez de muerte y vida, porque la vida la coloca en el sueño. Y se abre una luz, en el sueño se abre una luz cuando se han apagado los ojos. Es decir, esa luz, lo que yo llamo luz invisible, ilumina lo más real del sujeto, su radical alteración, allí donde no se puede objetivar ni formular como discurso. Esa es la luz de la que habla Heráclito, la luz que nos despierta cada noche a la soledad del deseo de vivir, esa luz que reúne el instante del sueño con el instante de la muerte como instante de la vida
En la época freudiana a la que me estoy refiriendo, escribió Freud también otros dos textos. El año de 1915 es de una enorme fertilidad y en ese mismo año él escribió el texto Das Unbewusste. En ese texto, Freud dice que en el inconsciente no hay tiempo, que ya he comentado, y un mes después escribe Consideraciones de actualidad sobre la muerte y la guerra, donde dice que en el inconsciente somos inmortales. No. En absoluto. ¿Qué quiere decir Freud? Intentemos nosotros decirlo de otra manera: el tiempo del yo, el tiempo “historicista” no existe en el sueño, pero hay otro tiempo que es el del instante. La potencia del sueño, la fuerza del sueño consiste en que el tiempo tiene carácter absoluto, por decirlo como lo diría Kierkegaard. La potencia justo del sueño es que el tiempo es solo actual porque es el instante eterno, tiempo absoluto o, como diría Nietzsche,” eterno retorno”, el instante del acontecer repetido como determinación sintomática, como el carácter, que es lo más singular del destino. El destino como carácter, no responde al designio de ninguna trascendencia, ni a ninguna ley de la Historia. El instante que se repite no como continuidad, es una apreciación del tiempo que no es una historia, el sueño no es una historieta; son instantes de la memoria del dolor, que diría Esquilo. Es decir, es tiempo pero es actual. Es lo que quiero decir. Es un instante. Y esa es la potencia del sueño, la condición de instante. Para no andarme con más líos voy a explicar un pequeño sueño muy sencillo de una paciente. No voy a dar detalles personales. Una mujer vive con una pareja desde hace muchísimos años, una pareja que nunca se ha cuestionado… Van a un sitio de vacaciones, tienen un lío, habitual lío, bronca habitual. Este hombre suele castigar a su mujer con el silencio, no hablándole. Suele pasar. Y, entonces, sale el término “adolescente” en algún momento, en el sentido de que él se comporta como un adolescente aun siendo ya muy mayor, eso de no hablar, como si fuese un niño enfadado… Bueno, desconectó aparentemente de eso y hace un sueño que consiste en que ella vuelve del sitio aquel y vuelve a casa y se encuentra con un chico adolescente que es su pareja y ella tiene que convivir con él. Y ella dice: es imposible, yo no puedo vivir con un adolescente, me tengo que ir. Ella de entrada no lo asocia con su pareja. Es una relación muy peculiar. Jamás en la vida esta mujer se ha cuestionado esta relación de pareja. No quiero decir con esto que quiera separarse. No. No se trata de separarse. Simplemente nunca se ha cuestionado la relación de pareja. Ella tiene que estar ahí, no como opción o no como elección, sino como, digamos, destino ineluctable. Yo le digo algo así como vd se refirió a su marido como que era un adolescente ¿tendrá que ver con esto? Ella dice: bueno, este era un chico, no tiene nada que ver con mi marido. Bueno, le digo, era un adolescente, vd dijo de su marido que era un adolescente. Y, entonces, ella me dice: jamás me he planteado que yo pueda dejar a mi marido. Digo: pues, a lo mejor es el momento que se lo plantee. No quiero decir que lo deje, sino que puede dejarlo con lo cual la relación puede modificar algo, hacerla posible ¿no? Vive una relación como imposible, que no tiene posibilidad y el sueño señala muy bien la relación entre la imposibilidad de vivir y la posibilidad de vivir. Ahí veis un caso concreto donde el sueño apunta la imposibilidad de vivir y la posibilidad de vivir. Es el empuje a la vida que tiene el sueño, donde el sujeto está más vivo que en ningún otro sitio. Esto tuvo consecuencias para su elaboración. La relación del sueño con la elaboración no hace falta que la explique, es más que obvia. Es evidente en la medida que se puede cuestionar eso, puede responder de otra manera a una relación imposible con su marido, es decir, puede buscar la posibilidad.Pensando en los sueños de mis pacientes me he dado cuenta de que suelen girar en torno a la cuestión de la imposibilidad y la posibilidad. Por ejemplo, una chica sueña que va a trabajar para un notario y ella, en el sueño, conoce el oficio pero el notario elige a otra que no tiene ni idea del oficio con lo cual, no es una elección de otra mejor, con más habilidades profesionales, es una descalificación de ella, es un abandono. De una u otra manera siempre está en juego la relación de lo imposible y lo posible. Ella se toma a sí misma como una mujer sin posibilidad alguna, por ejemplo, de tener un hombre en una primera y no incorrecta formulación. Ella ve imposible que “un hombre se pueda comprometer conmigo. No dice fijarse en mí sino “comprometerse conmigo”. En ese sentido hablo de lo posible y de lo imposible. Se lo señalo, es lo que hace con su vida sentimental y profesional. Tiene recursos, le señalo alguno, tiene una vida muy dura y ha sobrevivido desde niña con abandonos paternos severos, ha sobrevivido ella pues no tiene ningún padrino. Ha sobrevivido ella buscándose la vida como puede. Tiene recursos, pero es como si no tuviera recursos.Otro, más pequeñito. Una chica sueña que está con un chico y que van a tener relaciones sexuales, (para hacer honor a Freud hablemos de la sexualidad), y entonces en su pene tiene un garfio. Y ella le dice; por favor no me hagas daño y él le dice: no te preocupes no te voy a hacer daño. Bueno, es una mujer, por resumirlo rápido, cuya demanda no solo está descalificada, está más bien devastada. Que esta chica le pueda decir a un chico, oye a la hora de la intimidad cuídame, es inédito. Lo que quiero señalaros es la importancia que tiene el sueño. Es la luz de la que hablaba Heráclito que ilumina el dolor del sujeto, que señala su particular dificultad de vivir. Imaginaos a un freudiano clásico que pilla un pene con garfio. Qué locura nos diría, qué simbolismo más estrambótico, qué obscenidades. La cosa es mucho más sencilla. Si leemos el sueño es siempre más sencillo. Como dice Sócrates: amigo Ion, por favor, no me interprete a Homero. Siempre pongo una cita en mis libros. En este último he puesto una cita de Bach que se puede traducir: “Destruye, oh Dios mío, las doctrinas que pervierten tu palabra”. Es lo mismo que dice Sócrates a Ion: No destruyas la palabra de Homero, no lo interpretes. Recítalo, léelo y escúchalo. No lo interpretes. Bueno, no tengo ya mucho más que decir sobre el sueño. El sueño en Freud es un buen ejemplo de sus enjundiosas contradicciones. Hay algo que curiosamente siempre mantuvo, y es la cuestión de la satisfacción alucinatoria en relación con el sueño. Lo alucinatorio es siempre una presencia de la pulsión, de lo pulsional, porque lo alucinatorio está más allá del discurso. De entrada, el discurso tiene que ver con la ausencia, ya en la medida en que la palabra dice aquello que no está. Otra cosa es que el discurso, por su propia condición, tienda a olvidarlo. El discurso se basa en la ausencia, en la palabra, y en lo simbólico es en relación a la palabra como ausencia, como ausencia de la cosa, que definía ya el Cratilo de Platón. Yo diría que en el sueño aparece la presencia de lo que la ausencia de la palabra no puede dar cuenta, pero que tiene que ver con la palabra como imposibilidad de poder nombrar la verdad. Por eso, el sueño, que no tiene nada que ver con el recuerdo encubridor, se muestra en el tiempo del instante, en el tiempo de la repetición con su radical expresión de lo nuevo, de lo no dicho, del no-olvido de la muerte, lo que es, como diría Heráclito, la vida misma. Es lo que llamo la literalidad del sueño.