Diferencia sexual. La cercanía de la mujer al trauma
Primavera de 2014
“La madre del deseo no coincide con la maternidad, pero una madre sin deseo como mujer es una madre caníbal. Creo que hay incluso un conflicto inevitable entre madre y mujer. Pero si la madre sacrifica a la mujer, se apropia de los hijos. Ahí empieza el infierno”.
Francisco Pereña. Quería abordar la cuestión que planteaba José María Redero el otro día acerca de la diferencia sexual. Es una pregunta que tiene su interés, acerca de la cual habría que saber algunas cosas. Porque esta idea de que la diferencia sexual tiene que ver con la diferencia anatómica es bastante moderna. En la antigüedad, en los griegos y los romanos no era así. No existía el concepto de homosexualidad ni heterosexualidad propiamente dicho. Todos los que estudiaron la sexualidad en la antigüedad coinciden en asignar a la sexualidad todo lo que tiene que ver con la actividad y la pasividad, independientemente de la asignación anatómica. Se ve bien en los autores griegos y romanos. Se ve en Platón que la pulsión masculina es una posición activa con independencia de que se esté con un chico o una chica. Es importante porque esta cuestión de la homosexualidad es una idea judeocristiana y toma carácter psicopatológico en el siglo XIX. En San Agustín, San Ambrosio… existía el pecado contra natura. La homosexualidad era un pecado en la medida en que la mujer estaba abordada en el cristianismo desde la idea de la reproducción. El onanismo aparece en la Biblia como desperdicio del semen para la reproducción.
Tengo la sensación de que esto no se ha abordado nunca en serio en el psicoanálisis. Freud recibe la ideología de la homosexualidad del siglo XIX, donde es una patología, partiendo de las teorías psiquiátricas sobre el degeneracionismo y a partir de los estudios de Havelock Ellis… Lo que recibe Freud está contaminado de un prejuicio muy de época, como es pensar que la homosexualidad es una patología y como tal la define por el autoerotismo. Es decir, el homosexual se satisface de sí mismo; no hay heterosexualidad. Entonces se considera la homosexualidad como una patología y como una perversión en la cual se juntan la vieja idea de pecado y la nueva de patología. Esto no es sostenible hoy día nada más que por Rouco Varela. Conviene tenerlo en cuenta porque el psicoanálisis está condenado a dar cuenta de la clínica no de las ideologías o de la legislación sobre la sexualidad. Ese es el error de Freud con el famoso complejo de Edipo, que quiere establecer una normativa sobre la sexualidad. En eso estamos más cerca de los griegos y los romanos. Podemos abordarlo desde el punto de vista cultural, es decir, el modo cómo la precariedad humana se da explicaciones colectivas, pero no desde la diferencia anatómica de los sexos. Esto es importante, porque si no, confundimos el psicoanálisis con los prejuicios. El psicoanálisis se debe a la clínica, no a los prejuicios. Los prejuicios se deben a las leyes. Y todo viene a confirmar que el psicoanálisis sin una buena teoría de la pulsión está condenado a ser una normativa social.
El problema de mi cuestionamiento del C. de Edipo es porque el C. de Edipo freudiano tiene el mismo carácter que la concepción de la homosexualidad regida por la diferencia anatómica de los sexos, que se rige por leyes y normativas. De manera que el otro de la pulsión desaparece a favor del otro del complejo de Edipo, no del otro sexual en la radicalidad pulsional de la presencia del otro en el cuerpo. El C. de Edipo puede explicar bien cuál es la sexualidad verdadera y que la normalidad es genital. En la IPA siempre figuró la genitalidad como condición de fin de análisis. Una mujer que no tuviera sexualidad vaginal nunca podría hablar de finalización de análisis. Lo que no puede explicar toda una tradición del psicoanálisis es la cuestión de la relación de la sexualidad con el cuerpo. Porque si concibes el C. de Edipo como una normativa, entonces lo único que haces es civilizar un instinto o como lo quieras llamar. Normalizarlo, pero no distinguirlo de la radicalidad pulsional. Y eso tiene consecuencias sobre el fin de análisis sin la menor duda. Esto que decía la IPA -y no creo que se les ocurra decirlo ahora- de que el final tenía que ser vaginal o genital, es una tesis no solo legislativa, sino que desprecia algo fundamental en la clínica y es que no hay ley. Si no, seriamos curas, abogados, jueces, u otras cosas, al menos cognitivistas, y tendríamos que cumplir una legislación, unos paradigmas del comportamiento.
Pero en la medida en que el psicoanálisis no responda a eso, tiene su anclaje en la pulsión. Si quitas la ley es confrontarse con lo imposible. Si no la quitas, lo imposible no aparece nunca y entonces la ley solo da lugar a la impotencia, nunca da cuenta de lo imposible porque lo imposible no admite legislación. La pulsión no se puede legislar. El C. de Edipo pretende legislar supuestamente la vida pulsional. Esta es la razón por la cual cuestiono mucho estas concepciones que tienen que ver con el final de análisis, con la confusión del padre con la ley que responde a la legislación y que se ha colado en el psicoanálisis.
La institución psicoanalítica es enormemente más legislativa que cualquier legislación democrática del mundo. Es como lo que pasó con el Estado Comunista que es mucho más tiránico que el Estado Democrático, siendo que se propone como el Estado “revolucionario”, valga la incongruencia. Con el psicoanálisis ha pasado algo por el estilo. Sus instituciones han terminado siendo instituciones totalitarias y tiránicas cuando en realidad, como en el comunismo digamos originario, se trataba de ir más allá de la ley, de abordar la subjetividad pulsional por fuera de la ley. Y esto tiene consecuencias en el psicoanálisis y en la clínica. En concreto todo lo que he explicado con respecto a la demanda y todo eso; ¿cómo se puede explicar desde un campo legislativo? En ese caso, que me digan el cauce: haga vd. la demanda jurídica, o penal, o lo que fuera, rellene los formularios y la demanda está ya formalizada. Pero articular la demanda desde la pulsión es complicado. La pregunta que uno se hace todos los días en la clínica sobre cómo es posible que las personas o los sujetos siempre se encuentren mejor con lo que no quieren que con lo que quieren. ¿No es un poco sorprendente? Están en una relación que no quieren y se pasan la vida en ello y ante una opción de hacer lo que quieren se pegan un susto de muerte. Esto tiene que ver con la soledad de la pulsión. Si te relacionas con lo que quieres estás en el ámbito de la pulsión. Evidentemente el proceso tiene que ver con la demanda inconsciente y la articulación del vacío pulsional con el deseo como falta. Pero estás fuera de la ley. Lo que quiero, responde ante la soledad de la pulsión en la que está el otro pero como falta, tampoco como objeto perseguidor, sino como falta. Cuando yo hablo de cuidar del otro no tiene que ver con la ley. El psicótico no tiene problemas con la ley, los tiene sobre todo con la demanda inconsciente. En la medida en que te relacionas con lo que quieres, la soledad del vacío pulsional está articulada con el deseo en tanto que el otro aparece como falta. Nietzsche buscaba autoafirmarse en la inmanencia de la vida, lo necesitaba. Eso es imposible y terminó como terminó. Lo imposible es la subjetividad misma. Lo imposible es porque no contamos con la ley o con el instinto. Es decir no hay instinto y no hay ley. De ahí lo imposible.
El otro día discutíamos sobre la cuestión de la mujer, de por qué la mujer idealiza al hombre. La razón es muy sencilla: se sacrifica la vida del deseo a cambio de una pertenencia y se sacrifica por una razón fundamental; porque la pertenencia es lo único que nos da identidad. Y eso termina sobreponiéndose a las cuestiones del deseo, a las cuestiones de la vida pulsional. A la mujer hay que situarla en ese marco, puesto que el hombre en las culturas más conocidas toma la pertenencia de la vida social. El otro día expliqué la cuestión del objeto único en relación con la cuestión de la separación de la madre, el poder soportar la demanda del otro sin que eso suponga la esclavitud de la tuya. La cuestión del objeto único y la de la separación de la madre es la misma. Me sacrifico al objeto único porque no hay separación posible. Así se cree evitar el abandono. Cuando la angustia y la soledad se juntan en la angustia de abandono, solo queda el odio para asegurar una compañía. El odio es un modo de permanecer a la vez que rechazas y así, el llamado amor, se traduce en destrucción mutua y de los demás. En toda patología del objeto único (desde la droga, a la secta o al partido político o de fútbol) está la alianza como vínculo indestructible y destructivo. Proviene de la separación impedida de la madre. De esa experiencia primera del encuentro con el cuerpo de la madre se aprende el amor.
Cuando la separación está impedida, el vínculo puede tomar esa particularidad, la de destruirlo cada vez que se pone en juego. Tener que destruirlo a la vez que se ansía. Cuando se consigue la folie á deux –esa alianza indestructible y destructiva-, se proclama el amor y la inocencia en el seno del mayor daño. ¿Por qué la mujer entra con tanta facilidad en ese tipo de vínculo? Está el odio indecible a la madre pero también esa soledad tan radical ante el mundo. Por otro lado, no tiene la protección de una sociedad que se basa en la discriminación de la mujer, como si, sin esa discriminación, el propio narcisismo del hombre se vendría abajo y así su prepotencia política. En el mundo romano y griego, la mujer, aunque pudiera tener relaciones sexuales libres, tenía otras servidumbres, otras discriminaciones. Lo que quiero subrayar -y me parece importante para afinar nuestra escucha en la clínica-, es la soledad que tiene la mujer no solo como madre, sino como deseante, pues, siendo deseante, en su deseo femenino está falta de una identidad social que la quiere muerta como mujer. Hoy se podría tomar como síntoma de una sociedad que es un mero conglomerado peligroso de seres asustados, sin vínculo real, solo como consumidores consumidos.
Yo formulé en su día una tesis que era la cercanía de la mujer al trauma. Es una tesis que para mí tiene vigencia, justamente porque la vida psíquica, la vida subjetiva de la mujer, su subjetividad está cercana al trauma y clama por una vida en la que no cree. Es absolutamente sorprendente cómo idealiza al hombre y además sabe que lo idealiza. La idealización del hombre es para hacerse un lugar de pertenencia, cuando no viene directamente de poner esa idealización en el lugar de la madre como objeto único, en el lugar de la odiosa dependencia a la madre, como si esa idealización la librara de ella. Se ve con frecuencia cómo una mujer idealiza a un hombre narcisista hasta la ferocidad, para creer que así se separa de la madre cuando en realidad así sacrifica su vida y su deseo más propio, que es el de salir corriendo en la dirección contraria, pero no lo hace, huye de él (de su deseo), no se lo puede permitir. Está en juego una soledad espantosa y solo tiene ese ser precario al que tiene que idealizar para que le dé una identidad.
Ana Martínez– La pregunta es por qué está más cercana al trauma.
Francisco Pereña- La pregunta sobre la mujer -aunque yo quería aclarar la diferencia sexual- es muy difícil de responder. Porque cuando digo la cercanía al trauma, no lo digo porque tenga o no pene. La pregunta es que, en lo que conocemos, la pertenencia en la mujer se ha dado a través del hombre. Eso evidentemente no tiene que ser así siempre. Ha sido así y se trasmite así.
Este hecho de por si la hace cercana al trauma. Si el hombre viene de la pertenencia, ella tiene que conquistarla, no la tiene, nadie la tiene porque la da la cultura. Y voy a decir algo más; ¿Cuántas madres no han sentido cierta desazón ante una hija y no ante un hijo? Hay muchas madres que saben hacer mejor ante un hijo que ante una hija, aunque la posean más. Incluso los modos de posesión son distintos que con la niña. En fin, que hay muchas razones para mantener que la mujer está más cercana al trauma, a la radicalidad del deseo en su relación con la pulsión. No con la voluntad legislativa ni legislada.
Aparte de hablar del cuerpo del niño y de la niña en su intimidad que decía el otro día, quiero hablar del cuerpo en el psicoanálisis que mucho habla de la sexualidad pero poco del cuerpo. ¿Estáis de acuerdo? Porque el psicoanálisis habla de una sexualidad en el C. de Edipo que no nos interesa, que está referida a la ley. Ha descubierto la pulsión y no sabe qué hacer con ella. Después se dedica a instituirse, a legislarse, a darse normativas. No sabe qué hacer y, además, ha hecho algo gravísimo: ha terminado por construir un pensamiento psicoanalítico cuya libidinización no viene del cuerpo, viene del cuerpo místico, viene de la secta, de la pertenencia a un cuerpo de elegidos, no de la experiencia de la intimidad corporal, del deseo corporal y del vacío corporal. Se ha convertido así en un pensamiento, salvo algunas excepciones, que no abandona los terrenos de la normativa y de la ley para encontrarse con los cuerpos. Lo que era el ideal de Spinoza, de cómo encontrar el cuerpo en la filosofía -y yo creo que no lo resolvió-, el psicoanálisis lo intuyó y podía haberlo resuelto. Pero el resultado fue una libidinización del cuerpo místico que es lo mismo que hizo la Iglesia. En el mundo griego no existía propiamente el cuerpo místico. Dios podía ser unos ojos de mujer, lo divino formaba parte del cuerpo. En el mundo cristiano es un cuerpo místico, no es un cuerpo real. La hostia consagrada es el cuerpo místico. Tú no te comes el cuerpo de Cristo. Es una fantasía sacramental. Sacramentum signum res, que es cosa según los teólogos, una cosa que es un signo, ni siquiera un indicio sino un signo, ha dejado de ser cosa. El psicoanálisis ha sustituido el cuerpo por el cuerpo de la Escuela, de la Institución y su pensamiento se ha constituido en un pensamiento que ha perdido el cuerpo. Esto es fundamental porque el pensamiento que ha perdido el cuerpo es un pensamiento muerto por muchos cirios que le pongan a sus tesis psicoanalíticas, oraciones, circunloquios y genuflexiones… El pensamiento que tiene que ver con el cuerpo es el que crean los grandes poetas, filósofos como Nietzsche, Spinoza…y es el que observamos en la clínica. Cuando algo sucede en la clínica que se hace presente como saber no legislado, es por la experiencia subjetiva del cuerpo.
Por eso me gusta un pensamiento de un personaje tan poco respetable clínicamente -no sé si exagero pero basta leer sus casos para morirse de vergüenza ajena- . Me refiero Bion. Tuvo un buena intuición cuando habló de ataque a la conexión, ataque al vínculo, que yo creo que tiene que ver con la relación que tiene el pensamiento con el cuerpo libidinal de la madre. Sin la experiencia del pensamiento libidinal, el pensamiento es defensivo contra el cuerpo. Dicho lo cual, no quita subrayar algo que siempre he subrayado y que el otro día me quedé con ganas de volver a señalar. Vamos a ver. Voy a hacer un inciso. Cuando los psicoanalistas vienen de la clínica de la infancia se ve que son de otra manera; es una clínica más verdadera, más viva. Pero curiosamente estos clínicos de la infancia han tenido que prescindir no sólo del complejo de Edipo, lo cual no me parece mal, sino también de la pulsión. ¿Con qué nos quedamos? Es un problema y un drama que tienen. Se quedan con la madre suficientemente buena, la familia ideal, el apego seguro. Lo del apego seguro da repelús oírlo. Lees los textos y; clínicamente riquísimos. Sin embargo, tienen que caer en una normativa, no por la vía del Edipo, ni por la de la pulsión, sino que, `por la del apego, tienen que recuperar la ley de la familia. Los mejores clínicos han terminado cayendo en la bobería de la familia ideal y la madre lo suficientemente buena. Eso no existe. La madre suficientemente buena puede ser suficientemente atroz. Lo de suficientemente buena es una fantasía de Winnicott. No quiero decir que el acogimiento de la madre no sea fundamental, pero eso requiere ante todo una mujer del deseo que no se muestra como madre ideal. La madre del deseo no coincide con la maternidad pero una madre sin deseo como mujer es una madre caníbal. Creo que hay incluso un conflicto inevitable entre madre y mujer. Pero si la madre sacrifica a la mujer, se apropia de los hijos. Ahí empieza el infierno.
Esta clínica de la infancia, rica y viva, el valor que tiene es, no solo por haber abandonado las estructuras clínicas y el C. de Edipo. El valor es haber recuperado el cuerpo. El problema es que, al haberles faltado una concepción buena de la pulsión, han tenido que recuperar la ley familiar, crear una normativa. Este es el problema. Por eso yo insisto en una concepción más rigurosa de la pulsión, porque sin ella, las cosas en la clínica no van.
Lo he dicho otras veces, que, aun así, el niño tiene opciones. Creo que el niño es ante todo un resistente. Y resistir es también rechazar. Puede vivir en el peor de los infiernos y poder soportarlo. Creo en esa opción.
La cuestión del cuerpo la he subrayado mucho, y voy a hacerlo más si os parece. Me pregunto por qué está más presente el cuerpo en la clínica de la mujer que en la del hombre. Está sin duda el hecho de la maternidad, pero creo también que tiene que ver con esta cercanía al trauma, y lo que yo llamo la cercanía del trauma al fantasma. Y un caso de estos que la llevó a la locura, es el de una mujer que se llamó Melanie Klein. La cercanía que ella tuvo en su vida, que no se cual pudo ser, pero doy fe o pongo la mano en el fuego, que esta mujer hizo todas esas elucubraciones, porque en ella el trauma y la fantasía estaban completamente presentes con su madre o con lo que ella respondió. También ella enloqueció con su hija y tuvo algún episodio con Paula Heineman, porque Paula H. le tocó el punto de la separación; le vino a decir que en la clínica estaba sola y no con las fantasías. No lo pudo soportar porque le desmontó todo el sistema de protección que ella construyó frente al trauma.
Yo lo que he visto más en las mujeres es esta historia de la cercanía al trauma con eso que tiene que ver, como decía, con la equivalencia somática. Se ve, por ejemplo, cuando dicen que otros sentimientos son exteriores y con el cuerpo sienten desde dentro. Expresan muy bien lo que he dicho anteriormente sobre la pertenencia en la mujer. Saben muy bien que hay algo del orden de los sentimientos de la vida, que la mujer puede sentir, quedando el cuerpo como el lugar secreto de ese sentir. Eso puede explicar la sintomatología de la mujer llamada somática, histeria de conversión, etc. Eso las convierte en mujeres muy asustadas y como madres también, tanto porque sienten como porque no sienten y no saben si quieren a sus hijos o no. Y en algunos casos las hacen especialmente rencorosas y violentas. Son mujeres insoportables y muy sufridoras, y muy adheridas al cuerpo, a la vez que no consiguen articular su deseo, sólo pueden rechazarlo con odio. El cuerpo se convierte en el campo de batalla. Todo sentir es del cuerpo y toda demanda se refiere a su cuerpo.
Daniel Ramirez. Eso es lo que decía Freud respecto a la mujer; que tiene un funcionamiento más primitivo que el hombre…
Francisco Pereña. ¿Primitivo?
Daniel Ramirez. No, no. Digo que Freud lo decía.
Piedad Ruíz. Hablaba de un superego débil…
Francisco Pereña. Freud hablaba de un problema propio de la época, de que la mujer estaba menos modulada en sentido social, que estaba más incapacitada. Y, de ninguna manera. Este hombre explicaba el pudor y la modestia, no como una sabiduría, sino como una vergüenza. No he visto tal atrevimiento nunca, ni en Tertuliano…
Piedad Ruíz. Sí, pero esas diferencias que tú has dicho son producto de la cultura, y por su cercanía al trauma…
Francisco Pereña. Por supuesto, sin tener en cuenta eso, lo tienes que colocar del lado de la incapacidad.
Daniel Ramirez. Porque el trauma no es un hecho biológico, sino el fundamento del psiquismo.
Piedad Ruíz. La mujer tiene mayor sensibilidad para los sentimientos internos que para los socializados y eso quiere decir que ha vivido más para adentro.
Francisco Pereña. Yo sigo defendiendo la teoría de Leibniz sobre la causalidad contingente y necesaria. Es decir que el hecho de que algo sea contingente no quiere decir que no determine. Lo necesario partiría de la esencia. Y como nosotros no tenemos esencias que llevarnos a la boca…
Ana Martínez. Lo que pasa es que Freud lo confundió y lo hizo necesario.
Francisco Pereña. Absolutamente.
Piedad Ruíz. Y ahora quería decir otra cosa para ver tu opinión; los clínicos que se ocuparon de los niños vieron otras cosas que Freud.
Francisco Pereña. Afortunadamente.
Manuel Broco. Los niños no tienen la pulsión capturada por el sistema normativo.
Francisco Pereña. Por eso lo del complejo de Edipo tiene su importancia. Antes lo preedípico era despreciable. Lo decía en un texto Michael Balint: lo preedípico era despreciable porque no había represión, elaboración, ni inconsciente. Entonces, ¿qué era?, ¿unos aerolitos, que aparecen por ahí? No tiene sentido; es una barbaridad. No se puede sostener eso. La clínica infantil tuvo que entrar y cuando entró arrasó con el resto porque era la única clínica. El resto era especulación pura y dura.
Cristina Daudén. Perdón, cuando dices; la mujer cercana al trauma, ¿te refieres al concepto de dependencia del otro?.
Francisco Pereña. Sí, pero llamo cercanía al trauma a lo que es alteración pulsional. A la falta de identidad. Eso se da en todos, no es solo propio de la mujer. La cercanía al trauma de la mujer es porque en los hombres, por generalizar, la alteración pulsional ha estado muy cubierta por una pertenencia social.
Piedad Ruíz. Estaban en el mundo, en el poder, en la cultura. Pero a la mujer la enfrentaba a eso no solo que no estaba, también porque era madre.
Ana Martínez. Indudablemente.
Piedad Ruíz. Que eso sigue hoy aunque la mujer esté en el mundo. De ahí todo lo que dice Paco sobre la soledad, porque, cuando te tienes que enfrentar al mundo, estás todavía mucho más sola. Pero la maternidad llevaba a un lugar de pertenencia.
Francisco Pereña. Eso era antes. Ahora con el capitalismo se acabó. En el capitalismo la única célula social es la familia pero el capitalismo la ataca, demanda que la mujer trabaje y deje la familia a la vez. Un doble mandato.
Piedad y Daniel. Doble trabajo: cuida a los hijos y trabaja.
Francisco Pereña. El mandato de San Agustín era: renuncia a la sexualidad. En aquel tiempo se estaba dejando la sexualidad de la época griega y romana y pasando solo al interés de la reproducción. Surge la sexualidad genital por la reproducción y no por el placer. Es un error de Freud. Cuando San Agustín dice eso a la mujer; que asocie la sexualidad a la reproducción, es parecido a lo que dice en otro orden de cosas el capitalismo. Al hombre no, al hombre le dice, váyase de putas para satisfacerse, pero tenga hijos con su mujer. Eso está en San Agustín.
Piedad Ruíz. Hablando de las teorías de la clínica infantil, a diferencia de Freud, tú has dicho que se ocupan del cuerpo. Yo digo; no les queda otra. Pero, como no toman la radicalidad de la pulsión, no lo articulan con eso, vuelven otra vez a lo normativo: el ideal de la familia, de la madre. Yo veo una diferencia en el C. de Edipo freudiano. Yo creo que la razón es por la psicopatología que responde a la necesidad de diferenciar, de explicar algo.
FranciscoPereña. La etiología. Ellos quieren explicar la etiología.
Piedad Ruíz. La psicopatología; si es psicótico, borderline, si se arranca los pelos. Están muy presionados por la necesidad de la psicopatología, de clasificar, escribir…
Francisco Pereña. Y de la causa.
Oscar López. El libro de Bowlby, el de los cuarenta y cuatro ladrones adolescentes, que tenía que explicar por qué eran ladrones….
Piedad Ruíz. Había una presión institucional. Tenían que hacer monografías de Instituciones, la organización mundial de la salud, educación, los gobiernos etc. También de la presión familiar.
Francisco Pereña. Estaban en el Ejército, en los hospitales.
Piedad Ruiz. Pero siempre era movidos por el empuje de la explicación psicopatológica. Mientras en Freud yo creo que no, su afán era de otro orden.
Francisco Pereña. Era especulativo. Lo dice varias veces. No le interesaba la clínica, sino el sistema que estaba construyendo. Mientras que a Winnicott le interesaba la clínica. Freud descubre la sexualidad infantil y, a la vez, la legisla, la normativiza.
Piedad Ruiz. Lo que quiero decir es que estos la explican a través de los fenómenos psicopatológicos.
Francisco Pereña. Yo creo que Freud lo que hace es ilustrar su teoría y los demás hacen teoría a través de la clínica.
Piedad Ruíz. Freud estaba más centrado en las neurosis, en la etiología sexual y entonces le convenía para ilustrar y justificar su sistema sobre la etiología sexual mientras que éstos (Winnicott y postfreudianos), al entrar en la clínica, se abrió la psicopatología. Ya no era la neurosis, eran fenómenos psicopatológicos que no tenían que ver con la clasificación tradicional de la histeria y obsesión. Una psicopatología que estalló a través de los niños.
J.M. Redero. Freud hizo la clasificación de las neurosis. La construye él. Habría algo antes hecho por la psiquiatría, pero es él quien la construye.
Piedad Ruiz. Para los que ven niños, eso no les servía para nada.
Francisco Pereña. Ni a los niños, ni a los adultos. Tienen que empezar a pensar otras cosas, la sexualidad, el Complejo de Edipo…
J.M. Redero. Cuando planteabas que el psicoanálisis ha olvidado el cuerpo…En la clínica el tema del cuerpo es una cosa curiosa de pensar. A los pacientes se les oye muy poco hablar del cuerpo. Su subjetividad tiende a hablar de un cuerpo desubjetivizado, que no habla de él. Excepto con las mujeres, que hablan más claramente que los hombres. Y esto es el día a día de la consulta de la Seguridad Social. Quizás los que más hablan del cuerpo son los psicóticos.
Francisco Pereña. Pero quizá tenga que ver con la escucha. Si tu lugar es el persecutorio o el del legislador es más difícil tener en cuenta el cuerpo.
Daniel Ramirez. Pero ese cambio de escucha, ¿qué efectos tiene a la hora de ser un psicótico o neurótico?
J.M. Redero. Los neuróticos lo absorben todo con términos que parece que dicen mucho pero no dicen nada. Hablan de ansiedad, de angustia, etc. y con eso arrasan con todo.
Manuel Broco. En los neuróticos parece, como dice Paco (Pereña), que el cuerpo está legislado a efectos pulsionales. En los psicóticos y los niños no pasa eso. Para cualquiera que interviene en niños hay una presión muy grande por legislar. La escuela quiere legislar, todo el mundo quiere regular eso..
Francisco Pereña. Hay una maldita confusión entre ley y causa. El problema es que ley y causa se confunden en lo que Leibniz llama causa necesaria. En la causa contingente hay causa pero no hay ley. Esta es una distinción que los científicos no han hecho porque pasan de ello y porque operan, de hecho, a partir de lo empírico y no han estado necesitados. Los demás, como los teólogos, necesitan lo necesario fuera de lugar y entonces hablan de la causa exclusivamente como ley; los neurobiólogos, psicoanalistas, cognitivistas…. da igual, todos.
Daniel Ramírez. ¿ El tema de la causa constante aclararía el concepto de sujeto?.
Francisco Pereña. Si, indudablemente. El sujeto es un acontecimiento: algo que sucede, pero lo paradójico de la causa en la subjetividad es que el sujeto se determina por su respuesta. Eso es una paradoja fundamental. Lo que determina al sujeto es su respuesta al acontecimiento. No es la respuesta de un sujeto constituido sino que se constituye como sujeto concreto en la respuesta.
Daniel Ramírez. Esa diferencia entre necesario y contingente es importante para entender la causa de la subjetividad.
Francisco Pereña. Es bueno leer algo de filosofía: el concepto de potencia de Aristóteles, el concepto de idea de Platón, el imperativo categórico de Kant, el concepto de causa de Leibniz… Cuatro cosas. Pero habría que haberlas sabido. Los clínicos entonces recurren al sermón y estropean hallazgos buenísimos que luego explican mal.
Piedad Ruiz. ¿Quiénes?
Francisco Pereña. Todos estos del apego…
J.M. Redero. Al psicoanálisis le pasa algo parecido a lo que han dicho sobre la mujer. Para dotarse de identidad, de pertenencia, tiene que empezar a crear doctrina, organizar, legislar. La tendencia del sujeto también es a borrarse para poder vivir.
Francisco Pereña. Si no, como va a pertenecer. Es una pena cómo el psicoanálisis está obligado a desconocer su propio descubrimiento. En ese sentido, sigue valiendo el ejemplo de Marx que descubre el fetichismo de la mercancía y la plusvalía y se cometen las mayores aberraciones en nombre de sus descubrimientos.
Daniel Ramírez. El descubrimiento más importante es la pulsión y el inconsciente.
Francisco Pereña. Para mí que sí. La pulsión y el inconsciente juntos. Freud así lo dijo en una entrevista. Lo explica muy bien.
Piedad Ruíz. En esto que hablábamos de la cercanía de la mujer al trauma y, por lo tanto, la soledad, de que busca la pertenencia e identidad y todo esto, también está la vertiente de la idealización, pero por ese saber que tiene de esa cercanía al trauma. Sabe muy bien de su soledad y por eso la soporta mejor. Hemos visto el otro flanco, el de la necesidad de pertenencia. La soledad seria el contrapunto de la idealización. Yo veo a los hombres que se angustian más en la clínica. La mujer puede estar más desesperada, pero la angustia masculina ante la soledad yo la percibo más en los hombres.
Ana Martínez. Yo, con respecto a la idealización del hombre -que además lo sabe- creo que la mujer en las dificultades comprende en exceso precisamente por ese saber de la debilidad, el miedo, la angustia que luego tapa con sus cuidados como madre. Entre todos se preserva ese lugar como si fuera un Tótem que no se puede desvelar, hacerle débil o simplemente humano.
Daniel Ramírez. A lo mejor por eso viene lo de la posición de la mujer analista…
Francisco Pereña. Por introducir una cuestión de peso: la insatisfacción de la mujer, de la madre, de la que se habló mucho porque puede ser muy cuidadora a la vez que expandir insatisfacción. Y eso es tan frecuente…
Ana Martínez. El hombre tendría que salir de la pertenencia y la mujer no la logra porque es imposible. La pertenencia convierte al hombre muchas veces y durante años en un ser muy rutinario que se acomoda.
Transcripción: Amando Pascual. Psiquiatra. Madrid
Primavera de 2014