SEGUNDA PREGUNTA
Como os contábamos en el correo la segunda pregunta es acerca de las diferencias en el modo de aparecer la agresividad en el sujeto masculino y en el sujeto femenino, sabiendo que ambos son hijos del orden fálico y que cada sujeto es producto de su determinación sintomática.
Empecemos por leer un párrafo del libro de F. Pereña, Como pensar la clínica del sujeto. Está en la Lección décima, págs. 223-4. Y dice:
Para “definir” a un hombre o a una mujer, no basta la dotación genética o la “identidad” cultural. Se ha de ver desde la perspectiva de la determinación sintomática, es decir, como respuesta del sujeto a esas “determinaciones” externas, respuesta que constituye al sujeto mismo como acontecer y como sujeto del síntoma, como sujeto material, existente que anhela la vida, que la quiere, por desacertada que sea.
No hay, por tanto, legislación sobre qué es un hombre o una mujer por fuera de lo que la cultura ha construido para dar identidad a la expresión más radical e insoluble del sujeto de la palabra que es su “ser” sexuado. Por mucho que nos parezca una evidencia, nadie sabe, desde fuera de la “respuesta sintomática”, qué es un hombre o una mujer . Claro que hay, repito, una determinación genética y cultural, pero el sujeto
es activo, es un acontecer, y ese acontecer que se da en determinadas condiciones o determinadas situaciones, es un acontecer del sujeto, de modo que situaciones iguales no producen “respuestas” iguales.
- Pereña. Sigo estando de acuerdo con lo que dicho ahí, en el libro. Es clave la determinación sintomática. Hay realidad biológica pero no realidad natural. Hay falta de regulación identitaria.
Otro acierto de Freud es su entender la sexualidad como traumática, es la expresión directa de la alteración. La sexualidad es la expresión desesperada, más radicalmente pulsional, de alcanzar la vida en el otro, en el cuerpo del otro, de la vida que falta: Es lo que le da el carácter pasional y agresivo a la sexualidad. No hay sexualidad sin sadomasoquismo. Es un intento de alcanzar la vida del otro, que yo siempre explico que es un fracaso porque en ese empuje pulsional, ahí se pone en juego la falta de identidad.
El orden social se dedica a regular, tiene un enorme interés en ello, ocurre en todas las sociedades, es un interés en regular la vida sexual y el intercambio entre hombres y mujeres. Se tiene eso como función fundamental porque no hay una identidad. ¿Cómo regular el impulso radical de la alteración pulsional que se muestra en la sexualidad?
Freud cayó en la trampa de querer regularlas fases, el complejo de Edipo….El psicoanálisis clásico se convirtió en prédica ideológica del Estado con la tesis del monoteísmo fálico, de la envidia de pene, castración…Intento de organizar la sexualidad conforme a un esquema que ahora se llama binario donde hombre es lo que no es mujer y mujer es lo que no es hombre. Eso no define nada pero es la única definición que hay, con mucha regulación, porque debajo hay ese caos de afectos y deseos contradictorios.
La determinación sintomática no responde al orden binario, al sistema hombre-mujer
Freud hablaba de la sexualidad sublimada. Se hacía mucho lío con la homosexualidad, que la ponía del lado de la perversión. ¡Vaya ¡. Si no quieres romper el orden binario, la sociedad soporta mejor una prostituta que un homosexual. El homosexual rompe el orden binario más que la prostitución.
El orden es muy difícil de soportar. Al psicoanálisis le cuesta muchísimo desprenderse de la idea de que la homosexualidad sea una perversión. Está en Freud, está en Lacan…
¿Y la agresividad?
El problema entonces es que el orden binario es un orden impuesto fundamentalmente por el Estado para la regulación del orden colectivo, es un conflicto permanente, es un corsé impuesto a un conflicto que sigue estando como conflicto. Entenderse un hombre y una mujer sólo se puede entender del lado del amor. Del lado de la sexualidad se pueden entender un rato, pero si le quitas la vertiente amorosa, lleva al desastre, aparece la angustia, la agresividad. La posibilidad del amor es la posibilidad de aceptar el fracaso de la sexualidad, es decir, aceptar que el otro no es poseible. Esa es la base del amor. Amor significa: el otro es un sujeto que hace de objeto, pero al ser sujeto no es poseible. Este es, digámoslo así, el imperativo categórico del amor.
El orden social intenta hacer al otro poseible. Si quieres establecer un orden binario donde no hay identidad tienes que imponer un tipo de presencia que dé seguridad al otro: “tú eres mi mujer, tú eres mi marido”. El matrimonio es un sistema de posesión, deudas de honor, los celos, los litigios, etc…Es un mundo violento, es hacer poseible lo que no es poseible.
Puedes apostar por una mujer, pero si no hay amor, tiene que haber respeto y ya está…Si no hay amor se convierte en un infierno, funciona la posesión.
Cómo explico en el libro la historia de la mujer es cómo hacerla posible y a la vez se la ensalza como sostén de madre perfecta, la prostituta, todo eso, y la madre más perfecta del mundo es un bien poseible. Y en todas las sociedades del mundo se organizan alrededor de que la esposa es posesión.
La sociedad está organizada en función de aquello que disiente de la unidad. ¿Cómo convertir en unidad hombre mujer que es la expresión de falta de unidad? En la medida en que la mujer sea poseible, ahí hay una jerarquía. Hegel lo explica magistralmente: es el Estado.
El hombre es quien representa al Estado en el matrimonio y está ya en el Derecho Romano. Ahí, el hijo era aquél a quien el padre nombraba como hijo, el padre romano en el ritual presentaba a la ciudad quien era su hijo. Él establecía la jerarquía.
Es difícil que haya unidad entre hombre y mujer. En todo lo que se mueve por fuera del amor, el Estado nunca va a dejar de intervenir, de una manera u otra, como sea.
¿No os parece llamativo que todo el psicoanálisis, que tiene una clínica tan interesante, en el lado de la sexualidad sea tan miserable? Es un escándalo, es sospechoso.
El monoteísmo fálico viene a ser una religión interna para la sexualidad y en la distribución de los roles sexuales.
El conflicto es permanente e irresoluble, sólo se puede resolver del lado del amor pero nunca del de la regulación del orden colectivo. Es un problema.
El conflicto radical de base entre el sujeto y el otro, entre la dependencia y la sumisión, etc… que funciona como conflicto interno subjetivo y que proviene de la alteración pulsional, funciona en todos los sujetos, pero toma una especie de estatuto objetivo, social, en el ámbito de las prescripciones sociales de la sexualidad, de qué es un hombre, una mujer y la distribución de papeles.
Como decía Voltaire, cada sociedad tiene su particular forma de crueldad. Y, podemos decir: cada sociedad tiene su particular conflicto. El conflicto radical es el pulsional y luego está el conflicto político que domina la cuestión de la regulación de las identidades, es el ejercicio del poder, y el poder existe en la medida en que se ejerce.
Y, luego, la historia concreta de España tiene su interés. La formación del Estado-Nación tiene su peculiaridad. El Estado se monta desde fuera, por los Habsburgo, extranjeros. Aquí se trata de mandar no de construir. En la fundación de otros Estados como Francia, Alemania o Italia, más tarde, la Nación nace de una base, de una asamblea popular que sostiene al Estado. En España fue impuesto el Estado. Los
Comuneros en Castilla, u otros grupos, fueron eliminados por un Estado que vino de fuera.
El poder actúa, no piensa. Ya lo decía Carl Schmitt, quien representa al Estado es el hombre, lleva razón Hegel, a pesar de todas las variaciones que ha habido. Y entonces, se va a ejercer el poder. Y ahí la agresividad, que en el hombre es física porque es una violencia de bien poseible. Yo lo veo en los adolescentes: “Esta chica se ha acostado con éste, y conmigo no, se va a enterar, yo también tengo derecho…” es un bien poseible
Ana Martínez. Me interesa particularmente el tema de la impotencia. La sujeto anoréxica es un ejemplo de trastorno que, dentro de su complejidad, incluye la denuncia de ser tratada como objeto poseible. Vemos la impotencia desesperada, disfrazada de autosuficiencia, que expresa en su autodestructividad, que, como sabemos, le puede llevar hasta la muerte. La agresividad la dirige contra ella, mientras, las llamadas “manadas”, grupos de hombres quienes rechazan el camino que está tomando la mujer al intentar denunciar y abandonar ese lugar de objeto poseible, salen a la calle a violar mujeres.
Aquí me surgen muchas preguntas, por ejemplo, ¿por qué, nos encontramos que los hombres, en su mayoría, no se cuestionan, los precios tan altos que pagan y han pagado por su sometimiento al Estado, a veces a costa de perder su propia vida. ¿Se trata de sostener un modo de denegar su propia fragilidad?, ¿de denegar su dependencia del amor y el cuidado del otro, de la mujer, de los hijos?
Me pregunto. ¿Son conscientes los hombres, en su mayoría, de haber sido designados representantes del poder por el Estado desde el origen, y que no se trata de una cuestión que viene dada por la biología o la genética?
Es sorprendente, hoy día, encontrar hechos cómo el de ver la actitud mayoritaria de los hombres ante la brecha salarial entre hombres y mujeres. En tiempos no tan lejanos, cuando los sindicatos todavía tenían fuerza, y se convocaba una manifestación o huelga ante un despido masivo en una empresa o una reducción salarial, hombres y mujeres salían a la calle a protestar. Hoy día, no se producen manifestaciones ni artículos o noticias diarias en los periódicos, ante el hecho escandaloso de tantas mujeres, que por el hecho de ser mujeres, perciben salarios de menor cuantía que un hombre haciendo el mismo trabajo.
Ante esto nos podemos encontrar hombres, que en el ámbito privado, pueden mostrar su absoluto acuerdo con declarar injusta esta discriminación, pero que en el ámbito público guardaran silencio, y/o considerarán que es un problema de las mujeres, no de ellos. El corporativismo que promueve ser el representante del poder debe tener que ver algo con esta silenciosa respuesta.
Pereña. Es complejo. En las sociedades tradicionales, las mujeres, estaban sometidas, y tenían un lugar. Hoy día, se someten y encima no tienen lugar. Entiendo que estén muy cabreadas. Y todo esto cuando comprobamos que las mujeres en los trabajos son fundamentales, incluso mejores que muchos hombres que andan entretenidos en cuestiones de competitividad…pero luego llegan a casa y …en fin.
Desde el punto de vista clínico, recibí hace un tiempo una chica con 16 o17 años que no se depilaba. Ella protestaba de ser vista como un objeto, aunque de esa forma, se muestra como objeto, a la vez que rechaza ser un objeto. Trabajé con ella el tema de la intimidad, el pudor…
El amor en la intimidad escapa a la posesión. Ya sabéis lo que yo digo, mi manera: Hay que vivir fuera del Estado.
Jacobo González. Quería plantear cómo entender las defensas a favor del deseo, cuando éstas se manifiestan de forma agresiva. Lo pregunto a raíz de un caso de un niño que, para no desvitalizarsepor el abandono del padre, se afirmaba en su agresividad con las compañeras de clase.
- Pereña. Sí, es claro, En muchos chicos la agresividad es una manera de rechazar la posición invasiva del otro, es decir, es un modo de no anularse. Es como si el chico dijera: a pesar de que tú me anules, yo me afirmo en el deseo de vivir.
Un niño que no se enfada es sospechoso. En el enfado el niño defiende su deseo de vivir Es como la mentira, es muy parecido. El niño miente para proteger su intimidad. Se trata de no descalificar su deseo de vivir cuando reciben de fuera algún tipo de mandato, de desprecio. Es una defensa a favor de la vida. En el tratamiento va a poder encontrar un lugar donde se le permite su deseo de vivir, y, a la vez puede encontrar otra forma de defender su deseo de vivir
Nuria Belloso. Me viene a la cabeza el caso de un adolescente donde la agresividad era una forma de poner límite al daño.
- Pereña. Sí, claro la agresividad no hay que entenderla necesaria o únicamente como daño.
Ana Martínez. Como os dije al principio nos han pedido ser muy puntuales con la de acabar el encuentro y tenemos que dejarlo aquí. Damos las gracias a Francisco Pereña y a todos los asistentes.
Transcipción: Ana Martínez
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