La angustia: destino de la pulsión

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Intervención de Francisco Pereña en el seminario de Piedad Ruiz “Huellas del Psicoanálisis en el pensamiento contemporáneo”  donde desarrolla las diversas transformaciones del concepto de angustia como la primera expresión del hecho pulsional, del faktum pulsional, que da paso a la subjetividad.

Seminario de Piedad Ruiz: Huellas del psicoanálisis en el pensamiento contemporáneo.

Curso 2011-2012: Clínica de la angustia.

Sesión del 20-1-2012. Ponente invitado: Francisco Pereña

La angustia: destino de la pulsión

Introducción de Piedad Ruíz: Un año más contamos para la exposición de un punto del seminario con Francisco Pereña, así que muchísimas gracias por adelantado. Creo que en el desarrollo del punto que va a hacer, va a volver por momentos al texto Inhibición, síntoma y angustia de Freud que estuvimos introduciendo el otro día, así que nos viene muy bien volver sobre él.

Francisco Pereña. He titulado mi intervención La angustia destino de la pulsión. El título realmente es freudiano porque en el texto de Freud sobre La pulsión y sus destinos, en el capítulo dedicado a la represión, Freud, de manera sorprendente, cuando ya ha hablado de los destinos de la pulsión dice; pero en realidad habría que pensar que la angustia es propiamente un destino de la pulsión. Incluso lo llama el más importante por una razón muy sencilla; porque se trata de un afecto y no de una representación. Quiero decir con esto que, en definitiva, ¿qué entiende Freud por destino de la pulsión? No es un término que a mí me entusiasme, el de destino. Aunque Freud lo utiliza, no trabaja la relación entre destino y carácter. El destino en última instancia son las posibilidades que tiene la pulsión de erotizar el cuerpo, de mostrarse en relación con dos aspectos fundamentales como son el vacío pulsional y la demanda inconsciente.

El primer punto es que la angustia puede ser entendida como el principal destino de la pulsión en cuanto que es la primera expresión del hecho pulsional, del faktum pulsional, hecho en sentido kantiano, es decir, aquello que inaugura o funda algo. Esto es, en el sentido del hecho pulsional que inaugura la condición humana, inaugura la subjetividad: la primera expresión es la angustia. Y voy a explicar los presupuestos con los que yo entiendo o, a partir de los cuales, se puede entender la angustia.

El punto de partida mío es exactamente el mismo que el de Freud, es decir, el hecho pulsional. Tenemos la pulsión, el cuerpo y el otro. Es decir, la pulsión es el cuerpo intervenido por el otro. Un cuerpo que no tiene ninguna coincidencia consigo mismo ni tiene reglas de funcionamiento como cuerpo viviente. Un cuerpo intervenido por el otro no tiene ni objeto adecuado ni reglas de funcionamiento para vivir. El humano viene al mundo sin manual para la vida. Es un extraviado inaugural. Ese extravío de la condición de viviente por el hecho pulsional, es lo que da las dos dimensiones al cuerpo humano que son: el vacío pulsional y la demanda inconsciente. Si el cuerpo es sin objeto y es expropiación porque es un cuerpo intervenido por el otro, estas son las condiciones de la angustia. La angustia como fenómeno fundamental o como hecho o manifestación fundamental del faktum o del hecho pulsional.

El vacío pulsional proviene de la falta de objeto y de la falta de un cuerpo que se posee a sí mismo. Eso produce un vacío. ¿Cómo se llena? Dado que la razón de ese vacío es el otro, el modo cómo ese vacío se puede articular con el otro es el terreno de la demanda inconsciente. La demanda inconsciente no es ni más ni menos que la inscripción de la pulsión en el inconsciente bajo el modo de demanda, pues al estar el cuerpo psíquico intervenido y por así decir a merced del otro su modo de articulación es la demanda, es decir, la pulsión se inscribe en el inconsciente como demanda. De manera que la relación entre pulsión e inconsciente es el punto fundamental de la clínica psicoanalítica. La relación entre pulsión e inconsciente, o el modo cómo el vacío pulsional organiza la relación con el otro a partir de la demanda inconsciente. De ahí viene el síntoma. El síntoma es el modo particular de cómo se inscribe la demanda inconsciente o el modo de relación con el otro. Este es el campo de la neurosis.

En la psicosis el vacío pulsional está cortado de la demanda del otro, de la demanda inconsciente, por lo cual en la psicosis hay una desconexión radical con el otro. Por mucho que el sujeto psicótico intente darse un otro consistente, en el fondo está siempre la melancolía, el vacío pulsional y la radical inconsistencia del otro. Y ahí vienen los problemas. En el caso de la melancolía el vacío pulsional se vive a cielo abierto y de manera terrible. En el caso de los delirios, son modos de encontrar, de velar el vacío pulsional con el delirio, con el sentido total. O también, en el caso de la creación -eso sería ya entrar en otro terreno- es posible que con el vacío pulsional, aparte de delirar, se puede hacer otra cosa que es crear mundo, que es lo que hace gente tan conocida manifiestamente melancólica como era Hölderlin, como era Nietzsche, Robert Walser. Pero volvamos a lo nuestro. Freud se detiene mucho más en el campo de la neurosis.

El síntoma es el modo cómo se inscribe la demanda inconsciente pero también tiene otro aspecto fundamental, que es la relación entre síntoma y fantasma, o sea, el modo cómo la demanda inconsciente se asegura. El modo cómo se asegura la demanda inconsciente es cómo se vela, cómo se oculta, cómo se deniega. Y ahí viene el modo de asegurar la demanda inconsciente. Es decir, el modo cómo el otro no es del orden del no ser, como diría Aristóteles, no es del orden de la potencia sino del orden del ser, del orden del poder. ¿Eso qué significa? Que tú con la interpretación fantasmática te aseguras construyendo un otro poderoso. Si construyes un otro poderoso, construyes un otro de la protección y así ya te puedes proteger. Y con ese sistema has inaugurado una protección pero, a la vez, has inaugurado nuevos modos de angustia, esta vez bajo el modo del miedo como vínculo constante con el otro que fuere.

Para la lectura de Freud conviene estar advertido de una cosa. La lengua alemana tiene un término que se llama “Angst”, que tanto sirve para la angustia como para el miedo. Hay un término alemán para el miedo que se llama “Furcht”. Pero el término “Furcht” en alemán se refiere a un miedo muy del exterior. Nunca en relación a la pulsión se puede hablar de miedo. De manera que los traductores se hacen un lío, pero Freud siempre tiene un cierto rigor terminológico. No voy a decir conceptual pero sí terminológico. Freud no puede hablar de miedo como “Furcht”, habla de “Angst”. Y en este texto que habéis estado viendo estos días, Freud se ve obligado a introducir el término “miedo” haciendo un forzamiento del alemán para contraponerlo a la angustia. Está en los apéndices. Con esto lo que quiero decir es que es complicado porque eso da lugar a otras formas de angustia, que son lo que en términos psicoanalíticos se llama angustia de castración. Freud lo llama también angustia superyoica, traducida en algunos textos como miedo al superyó.

El objetivo del fantasma es asegurar y construir un otro poderoso. Lo que sucede es que entonces se hace el trueque de la angustia por el miedo. Porque ya no es la angustia que viene de lo traumático propiamente dicho, sino que viene del velamiento, del aseguramiento contra el trauma. Esas dos angustias freudianas que son la angustia de castración y la angustia superyoica, son un modo de derivas de la angustia en el campo de la neurosis y entonces ya, se definen no por la angustia traumática sino por la angustia de abandono a la que Freud llama angustia de separación. Porque la construcción fantasmática lo que hace es que la angustia se refiera a que pronto me va dejar solo, el otro me va a abandonar. La angustia ha cambiado de dirección porque ya no es la angustia de origen, traumática, o fundamental, sino que es la angustia como resultado de una acción del otro. Entran todos los temores referidos al abandono; el otro me ha abandonado o el otro me va a dañar, etc. Esto es del orden de lo fantasmático. En nuestro idioma yo pondría el miedo. La transformación de la angustia en miedo. Eso en alemán no se puede expresar, no se puede decir. Es igual que lo de la culpa y deuda que en alemán es el mismo término y es un lío enorme. Nietzsche, por ejemplo, que es un gran pensador de la culpa se hace un lío enorme y Freud se hace un lío enorme para poder pensar la culpa, justamente por esa confusión en alemán entre culpa y deuda. En castellano podemos diferenciarlo, como podemos diferenciar la angustia del miedo. Yo llamaría a la angustia neurótica que se desarrolla como neurosis, la angustia transformada en miedo. Miedo al abandono, o sea, a la separación. Está el miedo al abandono y la dificultad a la separación de las escenas infantiles. Ese va a ser el marco de la neurosis.

En relación con el superyó, Freud introduce también la culpa. Porque la culpa encierra y anuda el vínculo con el otro en el sentido de una reparación. Es decir, en el ámbito de la neurosis, la angustia ligada a la culpa va asociada a una reparación. El otro te debe. El amor es una deuda. Ni es un acontecimiento ni tiene gratuidad. Es una deuda. Se convierte, entonces, en objeto de reclamación. Es decir, que estamos en un terreno donde no hay posibilidad de separación del otro en la medida en que al otro se le reclama el amor o se le reclama el no abandono. No hay separación. Esto hace que en el mercado de la deuda y del superyó se introduzca la agresividad. Es decir, yo tengo un litigio con el otro, estoy en guerra con el otro. Esa guerra es la agresividad convertida en destino de la pulsión, de los que había analizado Freud, que es la agresividad vuelta contra sí mismo. El fenómeno en los neuróticos habituales es el castigo, la enigmática e imperiosa necesidad de castigo como modo paradójico de demanda de protección. La relación con el otro está hecha de odio, reivindicación y castigo. No se puede llamar amor a ese tipo de dependencias.

En el caso de lo que yo he señalado antes sobre la cuestión de la culpa, por ejemplo, la culpa melancólica en relación con la angustia ante el vacío de la pulsión, es una culpa que en el melancólico tiene fundamentalmente la expresión del auto-reproche. Pero no en el sentido que dice Freud de la melancolía, sino ese tipo de culpa muy curiosa que no hace vínculo con el otro. En la melancolía es una culpa que no sirve para nada. Porque la otra culpa es un trapicheo; tú me debes yo te debo, yo soy bueno tú eres malo. Es el trapicheo neurótico de las relaciones con el otro. La culpa melancólica, por el contrario, está cortada del otro.

Todo esto está bien porque hablamos de la castración, del falo, en el ámbito de la neurosis, pero aquí hay una cuestión importante que es que si he dicho al principio que se trata del cuerpo, es porque la angustia no viene de la soledad del alma como dice San Juan de la Cruz y otros así. Viene del cuerpo. Hay que pensar en una cosa muy cierta. Yo he descrito el primer esquema de por qué el cuerpo está expropiado por la palabra y por la relación con el otro, de manera que el cuerpo es un cuerpo sexuado a causa de esa soledad. No existe la sexualidad animal. El animal no distingue entre comer y el acto sexual o reproductivo. Es el mismo acto. Lo que crea la sexualidad es la dependencia de la satisfacción corporal del cuerpo del otro, es decir, del deseo. De manera que no está regulado por ninguna ley ni instintiva ni trascendental. Está regulado solo por el deseo como orientación de la pulsión que carece de normatividad previa. Eso hace que la satisfacción humana sea una satisfacción sexual en el niño pequeño, aunque sea mamar, aunque sea no sé qué. Ese es el carácter de la sexualidad del que tanto se habla y siempre me preguntan:¿Qué pasa en tus textos sobre la sexualidad? Es tan obvio. Tampoco hay que darle el estatuto que le dieron en la época de Freud. Es un hecho que viene del faktum pulsional. Lo que convierte al cuerpo humano en un cuerpo sexuado. No un cuerpo dado ni construido, sino por construir, y ese es la condición sexuada del cuerpo psíquico.

Eso obliga a pensar la relación entre sexualidad y angustia porque no es una satisfacción instintiva. El otro está presente en el cuerpo y mi cuerpo está expropiado, entonces depende del deseo del otro. De manera que en la satisfacción sexual hay una exposición al cuerpo del otro que convierte esa sexualidad en angustia. ¿Se entiende? Así de sencillo.

Voy a retomar el texto de Freud porque es un texto muy sintomático. Lo que quiero decir con esto es que el hecho de la llamada angustia de castración o como se lo quiera llamar…Todo lo que tenga que ver con la sexualidad, con el cuerpo humano, tiene su origen, no en el falo, tiene su origen en el cuerpo traumático, en el cuerpo expropiado e intervenido por el otro. La pulsión es en este sentido sexual como lo es el inconsciente. Por esa razón básica, de un cuerpo dependiente y deseante del otro cuerpo desde el principio.

Es decir, que ahí lo que surge, para evitar la angustia de la sexualidad, es la necesidad de aseguramiento como he dicho anteriormente. Y, ¿cómo viene el aseguramiento?. Esto es una paradoja de la sexualidad humana que es que, por un lado, el otro es mi fuente libidinal -nadie puede vivir sin el otro cuerpo- pero, por otro lado, el modo de asegurarme es que el otro cuerpo esté muerto. ¿Se entiende?. Si la fuente libidinal viene del cuerpo vivo del otro, en la medida en que yo deseo el cuerpo del otro, al otro como realidad corporal, estoy expuesto –neuróticamente- a que me abandone o a lo que sea. Estoy expuesto a mi falta de identidad en la relación con el otro. ¿Cómo me aseguro yo? Matando el cuerpo del otro. Pero, claro, viene el lío porque viene la muerte y entonces tu propio deseo está muerto. Así funcionan porcentajes razonables de seres humanos. ¿Cómo se vive, entonces? Pues, a ver quién mata a quién. Hay parejas que se empeñan en eso, a ver quién mata a quién.

En ese sentido, eso introduce en la relación humana, en la relación sexual, el componente de agresividad. Siguiendo esa línea sería cómo pensar la angustia, cómo pensar la sexualidad y cómo pensar la agresividad. Ya sabéis que Freud propuso; ¿se puede separar la sexualidad de la agresividad? El problema de la agresividad está en el corazón mismo del aseguramiento. Yo no me puedo asegurar del otro si no me lo apropio. Si me lo como ya es mío. O si lo mato. Es decir, solamente se puede apropiar, se puede asegurar uno del otro mediante la agresividad. Lo cual es una cosa paradójica. La operación es contraproducente pero bueno, así funcionamos. El modo de apropiarse del otro es mediante el asesinato del alma como diría Schreber.

El problema freudiano es si cabe la posibilidad de separar la sexualidad y la agresividad .¿Cómo relacionar la sexualidad con el amor? Quizá el amor tendría que ser el modo cómo puede existir una sexualidad sin apropiación del otro. Es complicado porque la operación de la sexualidad misma, en el hecho de la sexualidad, de la relación sexual, uno se apropia del otro en la medida en que el otro es objeto. Objeto de consumo propiamente dicho, aunque sea un sujeto. No hay sexualidad si el otro no es un objeto para ti y tú para el otro. Pero claro, a la vez se es sujeto. Digamos que el ámbito del amor sería cómo se puede amar como sujeto a un objeto del que te satisfaces. Pero más allá del hecho mismo, es verdad que nunca se puede confundir la sexualidad con el amor. Pero no son incompatibles aunque algunas posiciones neuróticas lo hacen incompatible. El problema es que el amor implicaría incluir en su campo la posibilidad del deseo sexual pero sin aseguramiento. Y sin dependencias físicas. Porque una de las cosas que introduce la sexualidad es tanto el deseo de que el otro esté como el deseo de que no esté, a la vez. ¿Por qué? Porque una vez que acaba la relación sexual lo que se hace presente es un sujeto incomodísimo. Entonces vienen los líos. Vienen los problemas. El problema del amor es poder soportar la castración como se decía antiguamente. Es decir, soportar que el otro sea un sujeto que tú no te puedes apropiar.

Con estos presupuestos se puede leer el libro de Freud Inhibición, síntoma y angustia. Es un texto curioso. Es un texto muy confuso. Y siempre que hay confusión es porque hay algo que este señor está pensando. Porque Freud tiene dos tipos de texto como ya os he explicado muchas veces: los textos cortitos que son muy luminosos, que tienen dos, tres páginas y los textos farragosos en los que no se aclara nunca, pero que encierran siempre una problemática llena de interés. Este texto tiene el objetivo de modificar su primera teoría de la angustia. Su primera teoría de la angustia era una teoría aberrante que decía que la represión es la causa de la angustia, con lo cual supone desconocer todo lo postulado anteriormente sobre el faktum pulsional.

Si la represión es la causa de la angustia, quiere decir que la represión es un agente puramente externo que interviene externamente sobre un organismo externalizado y entonces es como la represión policial. No se diferencia. Eso no tiene nada que ver con la vida psíquica. Eso es una barbaridad. Por eso Freud va a modificar eso, es decir, va a introducir una nueva teoría de la angustia que es la contraria a la anterior: es la angustia la que causa la represión. Eso es bastante más correcto por lo que hemos dicho anteriormente respecto al vacío pulsional. Es verdad que Freud aquí solo está pensando en la neurosis. Por eso el texto se llama Inhibición síntoma y angustia, porque está en referencia con el síntoma. Pero la relación entre angustia y síntoma no es sencilla, porque es verdad que la angustia es causa la represión (el término causa, como diría Wittgenstein, no es precisamente el más adecuado para hablar en términos psíquicos, pero bueno por hoy dejémoslo así).

Si la angustia es el principal destino de la pulsión, uno de los destinos importantes de la angustia es el síntoma. Yo diría más: cuando la angustia no es psicótica, o se transforma en represión (con lo que supone de elaboración inconsciente) o es pura ansiedad. En ese sentido hay una relación entre la angustia y el síntoma porque el síntoma, como he dicho anteriormente, es el modo cómo se articula en cada sujeto particular la demanda inconsciente y los aseguramientos posteriores de esa demanda inconsciente. En ese enclave, la angustia tiene una transformación en el desplazamiento metafórico podríamos decir, donde ya hay una satisfacción sustitutiva por un lado. Ahí ya hay una primera transformación. Y, por otro lado, en la medida en que el síntoma es la determinación particular de cada sujeto, esa angustia puede ser creativa.

Es curioso que en el texto de Freud, en el primer capítulo, que habla de la inhibición, introduce las formas de agresividad. Recordáis que introduce unas formas de agresividad ligadas a la inhibición y en ese sentido se podría decir que la contraposición de inhibición y síntoma es la distinción que habría entre la angustia en relación con la agresividad y la angustia en relación con el síntoma. Esas formas agresivas que Freud introduce en el primer capítulo en relación con la inhibición, son las formas agresivas de la paralización del sujeto, ya por el propio hecho o temor que produce la agresividad como desvalimiento y que él llama paralización de las funciones del órgano, pero que son lo que mata la vida porque no hay desplazamiento sino paralización, inhibición y temor a esa íntima y devastadora agresividad. Por eso introduce ahí las formas agresivas en el primer capítulo, pero es verdad que en el segundo capítulo se ve obligado a hablar del síntoma. Entonces, ya empezamos a ver, a saber cómo la angustia se va quedando atrás. Pero en esa relación, en esa parte segunda, ese capítulo segundo donde habla del síntoma, introduce también la cuestión del superyó, del castigo, etc. Pero lo que quiero señalar aquí fundamentalmente es todo lo que he explicado anteriormente sobre el destino de la angustia en la neurosis y que lo único que nos hace ver es el terreno donde va a surgir el síntoma y también los terrenos de dificultad para la expresión sintomática, de forma que no esté anulado el síntoma por sus aseguramientos fantasmáticos. De manera que si está anulado por el fantasma, no queda más que expresiones o inhibitorias o de autocastigo y, en todo caso de agresividad. Es decir, de alguna manera el síntoma puede ser el modo -y voy a explicar luego por qué- cómo la angustia –eso que Kierkegaard llamaba la angustia como posibilidad-, tiene que pasar por el síntoma en el caso de la neurosis. Puede pasar por la creación en el caso de la melancolía.

Pero lo curioso es que por eso Freud aquí, en este capítulo segundo, quiere situar la angustia en el yo. De entrada dice que el yo es la sede de la angustia. Lo sabéis esto ¿no? Freud dice literalmente que tiene lugar en el yo. Sede no es exactamente lo mismo que tener lugar. Tiene lugar, se puede entender también en el sentido de que se expresa en el yo. Y es verdad que se expresa en el yo, ya que como ha dicho la angustia no se reprime. Siguiendo con la segunda teoría, la angustia es causa de la represión pero la angustia no se reprime. En ese sentido se expresa en el yo, no se oculta, no está desplazada. Tiene una expresión inmediata. Se puede decir que está en el yo. Pero de todos modos si hablamos de angustia traumática como el fundamento de la angustia o, como el retorno de la angustia que siempre enlaza con el trauma, entonces no podemos circunscribirla al yo porque es antes del yo, es preyoica. Ya sé que ha habido en la historia del psicoanálisis grandes debates sobre la primera tópica, la segunda tópica… Yo creo que habría que cuestionarse la historia de las tópicas. Vamos a ver si me explico…

Este es un texto muy interesante porque es muy contradictorio. Freud quiere encorsetar el yo y el ello en el cesto de la angustia. Como él se ha inventado la segunda tópica, ahora lo tiene que hacer casar con esto. Eso es muy freudiano. Los prejuicios doctrinarios de Freud: me monto una teoría y después la tengo que enchufar a la práctica. Como no consigue ligar la angustia a una instancia precisa, entonces lo que hace es hablar de la angustia del superyó, la angustia del ello, la angustia del yo. A la vez, sin embargo, dice que el yo es la sede de la angustia. Esto es un lío.

Yo creo que la confusión de Freud reside en que al hablar de instancia, tiene el riesgo mayúsculo de convertir las instancias en estados que se pelean entre ellos y esto no es así. Hablemos, por ejemplo, del yo. El superyó es una herencia que tenemos de Freud. No podemos evitarlo. Yo creo que lo interesante, de lo que se trata, es del yo. En Freud es muy contradictorio porque el yo está dividido. El concepto de escisión del yo es freudiano. La escisión del yo, como Neigung como tendencia es freudiana. No como síntesis sino como tendencia a la síntesis. No hay unidad yoica. Es una paradoja freudiana, pero en Freud no existe la unidad yoica. De todo esto habría que sacar las consecuencias. El problema es el conflicto. Ahí está la clave. El problema es que el conflicto no es entre instancias sino interno a la formación de las instancias, en el supuesto de que hubiera instancias. Es interno. Ese conflicto interno es el síntoma.

Ese conflicto interno en la formación del yo es el síntoma y tiene su origen último en lo traumático, aunque sea expresión, como lo es en el síntoma, de la inscripción de la demanda inconsciente o del modo de tener presencia en el otro, o cómo está el otro presente o articulado. Pero es siempre como fracaso. El síntoma es la particularidad del fracaso de un ajuste o adecuación imposible al objeto y al sentido. Por eso el yo está siempre dividido, escindido. La expresión de eso es el síntoma. Entonces tenemos, o sujeto sintomático, o lo que llamaban en la clínica psicoanalítica clásica -no sé si es una buena expresión pero indica muy bien lo que quiero decir-, lo que se llamaba lo egosintónico, es decir, un tipo de robotización o de denegación que conlleva una desvitalización, de manera que el yo no está dividido sino está sintonizado con el entorno sin hacer conflicto ni síntoma, y eso es la muerte psíquica. Y, entonces, o es egosintónico, o no tiene la división o la escisión más modo de expresión que la agresividad. Es decir, el paso al acto. El único modo en que se manifiesta el conflicto, aparte del síntoma y de manera ineludible, es por la agresividad. Por eso el texto mismo de Freud es sintomático, porque expresa el propio conflicto de Freud con su pensamiento, con su represión o elaboración. Sus grandes descubrimientos fueron la pulsión y el inconsciente, pero a la vez tiende a concebir la pulsión y el inconsciente como cosas constituidas no como procesos, no como experiencias. Ahí se complica la vida.

La relación entre pulsión e inconsciente ya la he explicado antes a partir de la inscripción de la demanda inconsciente, y eso en Freud a veces no está muy claro. Pero de todas maneras es un texto sintomático porque, no solamente expresa el pensamiento de Freud sino que en el paso de la primera a la segunda teoría de la angustia, lo único que hace es recuperar el conflicto frente a una operación anterior que consistía en el dualismo pulsional. Las pulsiones entran en conflicto a partir de una exterioridad entre ellas, de la pulsión de vida y la pulsión de muerte -esas cosmologías freudianas- y aquí en este texto, como tú ya lo has señalado, no habla de la pulsión de muerte sino que habla del síntoma. Es decir, la pulsión no es dual sino escindida, que no es lo mismo. En ese sentido, aquí de lo que se trata es, sobre todo, del síntoma en relación con la angustia.

Entonces, la segunda teoría de la angustia de Freud, más allá de la corrección epistemológica que se puede discutir desde el punto de vista clínico, es de una importancia enorme porque a partir del trabajo de los años veinte sobre el dualismo pulsional y después de El yo y el ello, él hace como una reconsideración a través de la vuelta a la clínica a partir del síntoma. Porque Freud en la primera parte está pensando la angustia sin hablar de la angustia traumática. Es decir, que introduce la angustia de castración, la angustia superyoica, sin haber explicado la genealogía misma de la angustia. Ese es un poco el embrollo que os decía.

Piedad Ruiz: Estaba pensando en todo este desarrollo del inconsciente, no tanto como lo reprimido que puede ser lo más divulgado, es decir, conteniendo lo reprimido como lo que tú has dicho, como una represión externa, como coerción…, sino como un lugar de inscripción ¿no?, de los modos de articularse con el otro, de hacer con el otro, de dar la inscripción de la demanda inconsciente, frente al modo de asegurarse del otro que sería lo más fantasmático. ¿Podríamos pensar lo fantasmático también como inconsciente?

Pereña: Sí, por supuesto. El problema del inconsciente tiene una condición epistemológica y clínica fundamental, ineludible; que es que el sujeto existe por fuera de la consciencia y de la identidad. El sujeto se inscribe como particularidad sintomática en el campo de la subjetividad que es el vacío pulsional. Y se inscribe como síntoma. No hay sujeto sin síntoma propiamente dicho y la única cuestión que podemos plantear es si la subjetividad es del campo del inconsciente y si existe otro tipo de sujeto, no del síntoma, que es el tema que yo me plantee hace años en un artículo sobre subjetividad y psicosis. Y, bueno, yo ahí me hice un lío al intentar contraponer subjetividad y psicosis. Eso es una barbaridad. Lo que creo es que del inconsciente forman parte tanto los juegos de inscripción de la demanda inconsciente, como los modos de aseguramiento y, por otro lado, también es verdad que si el vacío pulsional está en el campo de la subjetividad, el modo de tratar ese vacío pulsional es lo que hace sujeto. Sea sujeto psicótico –por decirlo en categorías clínicas- o sujeto neurótico. El modo de tratar el vacío pulsional hace al sujeto concreto.

¿Responde a tu pregunta?

Piedad Ruiz: Sí, sí…, que lo fantasmático es inconsciente.

Francisco Pereña: Yo creo que ya he hablado de muchas cosas… Además, lo que tú has preguntado…, la cuestión de cuándo Freud plantea estas cuestiones del yo como sede de la angustia, etc., vuelve sobre la angustia de castración, vuelve sobre la culpa y la angustia superyoica, los temores… Se complica al intentar dar a la angustia una sede precisa mediante la construcción artificial de las instancias. La angustia es la afección traumática del sujeto. Eso  se ve muy bien en la adolescencia, donde la exposición al otro, la exposición del cuerpo, de ese trastorno corporal, es un retorno de lo traumático y esa exposición al otro produce una angustia que puede convertirlos en seres muy extraviados o especialmente extraviados a merced del empuje pulsional, desorientados y así expuestos a una mayor violencia contra los demás o contra sí mismo o ambas cosas.

Lo curioso del texto de Freud es que solo al final se da cuenta. Porque él ha intentado hablar de la angustia sin explicar su genealogía y solo al final vuelve a encontrarse con el desamparo, con la Hilflosigkeit, con el desamparo originario, con lo traumático. Entonces aparece en el texto de Freud la angustia ligada al vacío pulsional, al hecho pulsional, es una angustia que ya no es propiamente el hecho de echar de menos a alguien, ni de castración, ni superyoica, sino que es el propio desamparo pulsional sin argumento. Y eso tiene interés porque ahí habla Freud de la angustia como producto del desamparo psíquico -está traducido así- que se corresponde con el desamparo biológico. Por un lado se corresponde…, y es que es el mismo. Es el mismo. ¿Por qué? Porque es corporal. Es la hiancia misma en el cuerpo, la expropiación del cuerpo, eso es el desamparo. Es decir, que no se puede hablar de desamparo, por ejemplo, en el animal porque no se da esa hiancia corporal. Y que eso, después, se muestre como angustia de abandono parece lógico y natural porque en la relación con el otro, la mínima organización de la angustia a partir de la inscripción de la demanda inconsciente hace que el miedo respecto al otro sea el abandono o el daño que me va a procurar y eso tiene que ver, por un lado, con el miedo al abandono de las figuras de protección y, por otro lado, cómo esas figuras de protección han sido construidas como figuras de poder identificando la protección con el poder; es el miedo superyoico, la angustia superyoica. Entonces Freud hace una secuencia que consiste en primero el desamparo, segundo la pérdida, y luego viene la castración y el superyó. Forman la secuencia de la angustia señal.

La angustia señal tiene mucha importancia porque el proceso es este. Primero es el desamparo, después la pérdida -digamos la articulación en la relación con el deseo del otro de la pérdida del objeto de la pulsión-, después la castración o el miedo a no ser objeto del deseo del otro y después viene el superyó donde Freud coloca ahí todo: la sociedad, los padres, las figuras de autoridad, etc., que yo vinculo a lo fantasmático. Por eso, Freud con el superyó -a pesar de que habla mucho del superyó-, siempre tiene una ambigüedad fundamental como sabéis y que consiste en que, por un lado es anterior al complejo de Edipo y, por otro lado es posterior al complejo de Edipo. Yo creo que realmente es anterior al complejo de Edipo si mantenemos esa secuencia. El fantasma y el superyó van juntos. Lo asocio a las figuras de protección como figuras de poder. Y eso es interesante porque son destinos de la angustia señal. Y yo diría; la angustia señal tiene el destino del miedo, del síntoma o de la ansiedad. La diferencia es;

… el miedo es del orden fantasmático.

… del lado del síntoma es la angustia señal como búsqueda del otro y búsqueda de satisfacción sustitutiva y modo de entenderse con el otro, que no es con las palabras de la esencia sino mediante la metáfora.

… y, por otro lado, donde la angustia señal se anula es en la ansiedad.

Serían los tres destinos, si se quiere decir así, de la angustia señal. Porque la angustia señal propiamente dicha tendría que ver, a mí parecer, en la medida en que perdura, con lo que llama Kierkegaard la angustia como posibilidad.

Piedad Ruiz. ¿Podrías repetir esto?. Lo de los destinos de la angustia como señal. La angustia señal…

Francisco Pereña. Es decir, el punto de partida es el desamparo pulsional. El punto más directamente articulado a la inscripción de la demanda inconsciente es la pérdida del otro. Si yo no tengo al otro dentro, lo tengo perdido.

Piedad Ruiz. Eso es lo que Freud dice en la época de la dependencia infantil…

Francisco Pereña. En Cuerpo y agresividad hay un capítulo sobre el asunto de que, cuando no hay inscripción de la pérdida del otro, cuando la inscripción de la demanda inconsciente no ha elaborado la pérdida del otro (la pérdida del otro es la condición de que tú lo busques), lo que se produce es una necesidad de presencia física. Es como una especie de presencia primaria de lo fantasmático prácticamente no construida y por tanto no sintomática Se ve en estos cafres que matan mujeres, por ejemplo, por decirlo de una manera extrema. Lo único que quieren es que la mujer esté allí, por supuesto como un cadáver, hasta el final. Pero que es físico nada más. No hay amor. Si tú no inscribes la pérdida del otro, la demanda inconsciente no opera y el amor está enteramente impedido. Si el otro está perdido lo buscas y al buscarlo te encuentras con la castración como temor, es decir, que el otro puede no quererte, sea porque yo soy feo o porque tengo el pene pequeño, como dicen los adolescentes…

Piedad Ruiz. Pero tú ahí lo has definido como el miedo a no ser objeto del deseo del otro…

Francisco Pereña. En la adolescencia se ve muy bien la angustia de castración muy pegada a la angustia traumática.

Piedad Ruiz. Y luego lo de los destinos…

Francisco Pereña. Es lo mismo. En definitiva, el síntoma aparece a partir de la inscripción de la demanda inconsciente y de la cuestión de la pérdida, con lo cual tú buscas siempre un sustitutivo. Un objeto sustitutivo, una satisfacción sustitutiva y la haces tuya en la medida de su particularidad para ti. Lo sintomático es la concreción del sujeto frente a la ley y al instinto. El miedo es el modo cómo la angustia señal se quiere tranquilizar. El modo cómo se reactiva, cómo se transforma en miedo. Porque la angustia es creativa y la ansiedad es cómo la angustia queda anegada, paralizada.

El texto de Freud tiene su curiosidad si se ve como síntoma de Freud. Porque, claro, al final Freud vuelve a hablar del síntoma. En el último capítulo y en el capítulo 9 habla del síntoma como…, donde se alivia la carga. Yo no sé lo que entiende Freud por carga. Nunca lo he entendido bien, pero no voy a pelearme con Freud por eso, ahora. Otro día será. Porque ¿qué es la carga? La carga es el tema del factor cuantitativo, la expresión de los afectos y la intensidad. Pero la intensidad viene de la pulsión como empuje a la vida y a la destrucción, como tal empuje, pues es un empuje a la vida sin orden ni concierto, sin normalización. En el animal no se da. Porque la intensidad viene del vacío, porque al no estar ligada, pero ligada de manera fundamental en el cuerpo, el cuerpo humano extraviado es una intensidad, un empuje sin regulación instintiva que no para, sin límite interno. Puede llamar carga a eso. Pero tendríamos que aclarar lo de carga… Yo prefiero que Freud utilice el término intensidad. Pero esa intensidad viene justamente de la no ligadura. No está ligada. Al no estar ligada, puede haber una inhibición fundamental, una desvitalización o una agresividad con pasos al acto extremos.

La angustia ligada es el síntoma. La angustia en sí misma viene de esa intensidad no ligada, con el empuje pulsional que no para, la intensidad del vacío pulsional. Que no es una nada. Un vacío no es la nada. Si fuese una nada, todos contentos.

Piedad Ruiz. ¿Por qué no una nada?

Francisco Pereña. Porque si fuese la nada, sería de una magnitud negativa de manera tal que esa magnitud se negaría a sí misma, entonces no habría ninguna intensidad. Es un extravío. Es un vacío producido porque tú no puedes vivir sin el otro y sin embargo estás separado del otro. Es un vacío, pero hay una intensidad que te obliga a buscar cómo llenar ese vacío. No es un vacío muerto. Es el vacío del viviente. El vacío pulsional es el vacío del viviente. La inhibición es un modo de querer deshacerse del vacío convirtiéndolo en muerte.

Es la cuestión del vacío melancólico. El problema del melancólico es que no cree. Pero no es que no crea como el descreído, no, no es un descreído, es que no cree de entrada. No puede mentir como decía Epicteto. El loco es aquel que no puede mentir. Si no puede mentir no puede ilusionarse con nada. Todos tenemos que engañarnos para vivir. Pero engañarnos, no en el sentido de la hipocresía, sino del síntoma, de la sustitución. No hay nada originario. Estamos perdidos y sin origen. No tenemos una referencia de origen. Entonces, en ese sentido, el melancólico no tiene esa creencia sustitutiva del vacío. Entonces, solamente puede o ser muy creativo o hay otros fenómenos, por ejemplo, el síndrome de Diógenes, que es un fenómeno melancólico muy habitual donde el sujeto se esconde entre la acumulación de objetos de desecho sin término. No tiene límite porque la pulsión limita con el deseo, es decir, con la inscripción de la demanda inconsciente. Sin esa inscripción el vacío pulsional no tiene límite. En el síndrome de Diógenes, por ejemplo, se ve muy claro… Y después el problema que se plantea en la clínica melancólica es cuál es el final del melancólico.

Lo que quería señalar es que al final, ya en los apartados, en los apéndices es donde Freud viene a decir quela angustia (la definición última que da antes de cerrar el texto), es la reacción originaria ante el desamparo del trauma. Es decir, que en última instancia la angustia señal que se origina en el desamparo, es búsqueda de amparo. Por eso no se da nunca el deseo puro. Ni el deseo puro angelical ni carnal. ¿Por qué?. Porque está atravesado por el deseo de amparo, por la búsqueda de amparo. Después lo puedes tú ocultar bajo mil formas neuróticas o psicóticas. La angustia señal tiene su origen en el desamparo originario.

Piedad Ruiz. No existe el deseo puro en el sentido de que no necesito del otro… La autosuficiencia.

Francisco Pereña. Autosuficiencia…, como si dijera: Uso al otro pero no lo necesito. Es la pretensión del llamado narcisismo patológico.

Por último, aquí habría en última instancia, yo creo que ya lo he explicado, una relación de la angustia con la pulsión y su destino como angustia señal, que es fundamentalmente el síntoma y que cuando está más reducida al miedo ante es cuando más se favorece la ansiedad. Desaparece la angustia como posibilidad y aparece más la angustia como miedo y como ansiedad. Es verdad que la manera habitual de resolver la angustia, aparte de la guerra, como decía Hegel, es la vida social donde hay un aseguramiento de identidad y de entusiasmo. Ese es el poder curativo de los grupos sociales, de las sectas, de todo esto; que te dan el entusiasmo. Esa no es la angustia como posibilidad, a mí parecer. Eso es la organización de la agresividad superyoica como grupo que te da una identidad y en ese sentido una consistencia, pero te obliga al mimetismo, al vivir inmerso, y sin cuestionarte, en un yo ideal del grupo. Entonces, son unos contra otros. Esa no es la angustia como posibilidad para mí. La apuesta es la separación de la sexualidad y la agresividad a partir de la inclusión del amor y del deseo como decisión de vivir. No como mera satisfacción mecánica, sino como decisión de vivir. No como reclamación, ni lamento, ni aseguramiento. Es el problema del temor, de cómo evitar convertir la angustia en mero temor. Sería una cuestión fundamental, es decir, la posibilidad de vivir a partir de la angustia y no solo con el miedo.

Piedad Ruiz. Muy bien. Muchas gracias.

Veo…, esto que has dicho de la angustia en la psicosis, que puede ser abismática y terrible, creativa y hay muchos casos, no solo de gente famosa, vamos…Todos sabemos que la posibilidad de la creación en la psicosis es una salida, pero… incluso la creación de lenguaje forma parte…

Francisco Pereña. Llevas razón en el sentido de que… bueno, yo trato ahora mismo una mujer melancólica y su familia se queja mucho de que, según ellos, deforma la realidad. Y les tuve que explicar que esta mujer no deforma la realidad, tiene que crear la realidad cada vez. No es solo que tenga una estrategia de manipular la realidad para atribuirla a sus intereses, no. Es que tiene que crearla cada vez. No tiene los códigos comunes habituales que tiene el neurótico, las complicidades del neurótico, sino que cada vez con su palabra tiene que articular un discurso, tiene que crear realidad. En ese sentido, es verdad, no son solo los grandes…Hay algo de la creación que está en la exigencia de la palabra del psicótico de tener que crear porque no puede describir el mundo. Tiene que crear el mundo, no lo puede describir.

Piedad Ruíz. Y que es distinto al delirio…, que es más el modo de asegurarse un sentido. Lo mismo que el neurótico que tiene que asegurarse del otro.

Francisco Pereña. Es distinto al delirio…, que es un sentido. El delirio sería como el lugar del fantasma en el neurótico, que es igualmente persecutorio. Igual que el neurótico crea un otro del poder, el psicótico crea un otro del poder pero a partir del sentido total. Y, entonces, el sentido total, al faltarle la dimensión metafórica no es protector, es solo desamparo persecutorio.

Piedad Ruíz. Y, sin embargo, los fenómenos, los síntomas más corporales en la psicosis sí darían cuenta de esa quiebra o de ese intento y mostrarían de manera mucho más descarnada la angustia psicótica, ¿o no?

Francisco Pereña. ¿Los fenómenos corporales? Sin la menor duda, vamos… Tienes que ver el caso de Schreber, por ejemplo, un caso bastante paradigmático. Schreber se mantuvo en forma en la medida en que su delirio era total. Cuando flaquea su delirio se convierte en un desecho físico. Un cuerpo completamente inerte, muerto.

Piedad Ruiz. Eso lo vemos y se puede entender, pero lo que me ha llamado la atención es hablar de que la angustia es creativa también en la neurosis.

Francisco Pereña. Es creativa, claro. Porque yo creo que el síntoma es una determinación de cómo tú has inscrito la demanda inconsciente en relación con el otro, tu modo de satisfacción, tu modo de pedir y los aseguramientos contra eso, además, por otro lado. Pero en la medida en que tú desmontes la dimensión fantasmática, digamos el objeto persecutorio, la angustia va a aparecer pero ya no te basta convertirla en agresividad, tienes que interrogarla como pregunta por tu vida, qué vas a hacer con tu vida. El síntoma aparece así más al desnudo como tu particular determinación.

Piedad Ruiz. Tienes que hacer con los otros y tienes que hacer tú.

Francisco Pereña. Tienes que hacer, tienes que crear algo en tu relación con los otros. Co ya he escrito, tienes que cuidar de los otros como cuidado de ti mismo.

Piedad Ruíz. O sea, tiene una relación muy directa con el deseo. La angustia pensándola como posibilidad creativa.

Francisco Pereña. La angustia como posibilidad, tiene que ver con la angustia del otro, con poder pensar y sentir la angustia del otro.

Asistente 1. En ese sentido, precisamente, de alguna manera se puede pensar que el síntoma, que tiene esa posibilidad de la angustia como creación, ¿está por fuera del fantasma o hay algo que está por fuera del fantasma frente a –tú decías- la inhibición que no tendría desplazamiento y entonces tiene una relación más directa con la agresividad? Si pensamos en la vertiente fundamental del fantasma que es la vertiente sadomasoquista, esa vertiente ¿está más del lado de la inhibición?. ¿Está el fantasma de por medio?.

Francisco Pereña. No. No necesariamente. La inhibición para mí es una debilidad fantasmática. Lo que pasa es que la inhibición se construye con dos componentes fundamentales que son la angustia y la culpa y estos dos componentes reunidos lo que hacen es inhibir la agresividad. Lo que se inhibe es la agresividad. Porque toda la actividad está del lado de la agresividad. Inhibir la agresividad es protegerse por miedo al carácter devastador de la agresividad. Se quedan paralizados. Lo que tú llamas del lado fantasmático puede ser muy agresivo incluso. Es decir, lo único que pasa del lado fantasmático es que la manera de protegerse de la agresividad es creando una agresividad colectiva. Esto es lo más habitual. Si tú eres cómplice de un grupo estás protegido en tu agresividad con la agresividad colectiva, sean lo hombres haciendo chistes machistas o en general la descalificación y la calumnia del adversario. Eso lo trabajé en Cuerpo y agresividad. Trabajé además una tesis de Freud muy complicada y muy confusa, pero también muy interesante, en relación con la agresividad superyoica, de cómo ahí se satisface la agresividad y, a la vez, se inhibe la agresividad, se civiliza y se inhibe. Es una trampa. Freud veía en la sociedad sólo el aspecto civilizatorio. No previó lo que se le venía encima con el nazismo. Hay una expresión de la agresividad que tú ejerces impunemente en el grupo, sin coste. Pero que ahí haya una civilización de la agresividad está por demostrar…. Cada cual concibe la sociedad como le parezca. O como una banda de salvajes o como un baile versallesco.

Asistente 1. Claro, pero ahí no está para nada el síntoma ni la angustia del síntoma como posibilidad de algo…

Francisco Pereña. ¿En la sociedad…? De ningún modo. La sociedad para mí es arrasadora, y la nuestra especialmente, pues tiende a destruir los propios vínculos sociales. Lo primero que liquida es al sujeto. La famosa destitución subjetiva que decía Hegel. No hay comunidad sin destitución subjetiva.

Piedad Ruíz. Eso es, ¿cómo estar en comunidad y cómo estar fuera?

Francisco Pereña. Efectivamente, ese es un tema muy interesante. Sobre todo esta historia de la ética del psicoanálisis de la que tanto se habla. Es una cosa muy sencilla, que es simplemente cómo tener una distancia con la impostura que conlleva el ser psicoanalista, porque es una impostura. Mantener la distancia con esa impostura es la ética del psicoanálisis. Nada más que eso. Esa distancia.

Piedad Ruíz. Hay otro tema acerca de la neurosis, porque la próxima clase va a ser sobre la angustia y la neurosis, retomando también cuestiones de Inhibición, síntoma y angustia con el tema del síntoma, porque has hablado de la dificultad de separación de las escenas infantiles y no sé si lo hablas como algo genérico o lo estabas refiriendo más a esto del aseguramiento del otro. ¿Se produciría esa especie de dificultad por eso?.

Francisco Pereña. Hombre yo creo sí. Toda neurosis se enfrenta a la dificultad de las dependencias infantiles. Sea de una u otra manera, sea por la culpa, sea por el abandono, pero lo que pasa es que en la clínica lo que se ve es sujetos enormemente anclados en las escenas infantiles y que no pueden salir a la calle. No hay vivencia o sensación, un olor, una imagen, como también un temor o un anhelo, que no esté referido y reducido a esa es cena infantil. El resto del mundo es miedo y hostilidad. Y no hablo de inhibición solo. Hablo de inhibición y de incapacidad para la pérdida y por tanto para el amor, o incluso en el trabajo, etc. Y claro, ¿cómo se ha producido esa adhesión a las escenas infantiles? Por un lado, en general, en las neurosis hay una dificultad de separación. En algunos casos en particular esa dificultad se convierte por temor en impotencia. Y eso se debe a ese anclaje en el mundo infantil, que nos que sea un paraíso, el predominio del miedo es espantoso, y entonces son sujetos que conocen mal o han elaborado mal la relación –que Freud quería establecer- entre la pérdida y el amor. Al no haber construido algo en relación con la condición -entre comillas- amorosa, todo se lo juegan al miedo y entonces todo da miedo. No pueden salir de la escena infantil porque el mundo es una obscenidad peligrosa y persecutoria.

Asistente 2. Perdón… ¿puede repetir?

Francisco Pereña. ¿A partir de cuándo?.

Asistente 2. De…, no se puede elaborar la pérdida…

Francisco Pereña. Sí. Eso es para el amor. Es la posición de Freud en relación con eso que señalaba Piedad Ruíz. Eso lo dice en este texto también ¿no? Es decir, hay una pérdida de objeto y pérdida de amor. No es una buena formulación pero yo lo he entendido en el sentido de que, para que exista el amor tiene que haber pérdida del objeto (en particular del objeto persecutorio por único y narcisista que parezca) y elaboración de esa pérdida. Si no es así la pérdida de la presencia física es angustia convertida en ansiedad pura y dura sin elaboración posible. No sé si la pregunta iba por ahí.

Asistente 2. Sí. Estaba pensando en los hombres que…, los maltratadores..

Francisco Pereña. Sí, sí. Es un ejemplo extremo…

Asistente 2. …tienen una dificultad de separarse de lo familiar porque se ha vivido miedo ¿no?

Francisco Pereña. Fundamentalmente es el miedo. Porque la posición amorosa es lo que permite la elaboración de la pérdida. Pero claro, el problema ahí es complicado porque lo que no se puede concluir de ahí es la posición de ¡ay! ¡Qué padre más maravilloso, qué hijo más maravilloso! ¿Entiendes? Porque esas familias ideales suelen ser las más chantajistas. Como nosotros no hay nadie en el mundo. Es el ideal. La familia como clan, como ideal y la madre como ideal y todo ese rollo tiene unas consecuencias espantosas para desarrollarse en la vida y, además, puede encerrar una agresividad mayor de lo que parece. Pero sí que es verdad que las experiencias donde se ha jugado todo al miedo son más complicadas. Es decir, o ahí hay una salida rápida, es decir, mi vida está en la calle, o si te quedas clavado ahí lo tienes complicado. Pero hay muchos que salen muy bien de las dependencias infantiles, del miedo, es como decir mi vida empieza en el trastero. Y esos salen bien. Esos salen bien; pueden ser muy creativos. O mi vida está en el colegio… o en la pandilla. Ya no está aquí. Es decir, escapan del encierro. Por eso digo que ahí no se puede generalizar.

El maltrato o el asesinato vienen del intento de recuperación narcisista por parte de sujetos que desconocen la pérdida, la elaboración inconsciente que se da a partir de la pérdida. No pueden perder y por ello ante la pérdida están dispuestos al asesinato para no morirse de angustia. ¿Por qué no se matan ellos?, se suele preguntar. Porque está en juego la recuperación narcisista, y eso les ciega, recuperación que creen encontrar en el asesinato del cuerpo del otro. Terrible. Habría que incluir en el debate el tema de una angustia que ni siquiera el orden social ayuda a elaborar o al menos a drenar. Vivimos en una sociedad completamente a-social. Este es una cuestión de importancia a tratar otro día.

FIN DE LA SESIÓN

 

Transcripción y adaptación: Teófilo Fiunte